Bendita normalidad
Los que llevamos una vida de esas que se llaman normal apenas nos paramos a pensar en la suerte que tenemos hasta que un día una imagen de alguien muy semejante a ti en todo...
En mi colegio electoral y en toda España es frecuente ver familias enteras que van a votar con sus hijos pequeños, vamos, que es lo normal, muchos padres y madres piensan que es una buena pedagogía democrática y eso mismo pienso yo, que es una hermosa forma de introducirles en la fiesta de votar con toda libertad: ese privilegio de tan poquitos países del mundo. Pero, en el País Vasco, no es habitual ver a los dirigentes reconocibles del PP con sus hijos en ningún sitio con día y hora fija; por protegerles.
María San Gil me explicó hace ya años que era por consejo policial, por temor a que los pequeños pudieran ser víctimas de un eventual atentado de la banda terrorista ETA contra los políticos que en el País Vasco están obligados a vivir con escolta como ella o muchos de sus compañeros, y que una de sus penas como madre era que por su compromiso político jamás había podido llevar a sus hijos pequeños a la guardería o ir a jugar con ellos al parque o acercarles luego al autobús escolar... O a votar, que está anunciado y es un acto público, claro.
Por eso, para mí la imagen de Basagoiti yendo a depositar el voto con sus dos hijitas es la imagen de este 7-J, porque me parece que simboliza a la perfección todas las viejas grandes preguntas de la casa Europa, ¿quienes somos?, ¿adónde vamos?, pero sobre todo, especialmente en el caso de España: ¿de donde venimos? Yo no sé cuánto tiempo falta para que en el País Vasco deje de ser noticia lo que en Europa y por supuesto en el resto de España es normal, como ir a votar con tus hijos sin sentir que les pones en peligro; pero creo que este post 7-J es una gran ocasión para dedicarle medio pensamiento agradecido a lo muchísimo que está contribuyendo nuestra pertenencia a la Unión Europea a que las hijas de Antonio Basagoiti pueda empezar a disfrutar con cierta normalidad de lo que, no hace tanto, solo en sueños han podido disfrutar los hijos de María San Gil.
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