Susana Díaz respiraría aliviada hace poco más de dos semanas al ver cumplido uno de sus anhelos: ver caer a Pedro Sánchez para guillotinar de raíz las tentaciones del ya exsecretario general de moldear un pacto de gobierno con Podemos. El dudoso logro luce en su currículum desde aquella esperpéntica y caótica jornada de cuchillos largos en Ferraz, pero quien diseñó y pulió la estrategia en su círculo más íntimo durante meses quizás no supo calcular bien todas las consecuencias. La presidenta andaluza, más aficionada a los procesos de elección por aclamación que al cuerpo a cuerpo, no contaba con que el abismo que desangra al partido desde principios de mes hiciera resquebrajar el suelo que con tanta firmeza pisa desde hace años. El peaje de la victoria puede salirle bastante caro.
Cuentan algunos de sus allegados que existe “preocupación pero poco más” porque Díaz sigue convencida de que el decisivo papel que ha jugado en el estallido y resolución de la crisis socialista era el correcto. Repitió hasta la saciedad que el lugar del PSOE tras los batacazos electorales era la oposición para intentar recomponer el partido y recuperar la bandera de la alternativa al PP que teme que le arrebate Podemos. Lo proclamó en la misma noche del 20D, lo reafirmó tras el 26J y lo había deslizado como gota malaya hasta acuñar el ya famoso “si con 90 escaños no pudimos formar Gobierno, con 85...”. Era casi la esquela política de Sánchez.
El entorno de la presidenta andaluza protesta por tanto porque cree que no se ha movido “un metro” de lo que siempre ha defendido. El problema quizás no fuera ése porque las desavenencias con el secretario general eran tan palpables que Díaz estaba llamada, por el peso de la federación regional, a liderar la revuelta en vanguardia o entre bambalinas. El escollo son las consecuencias. A ella, que no suele encajar con soltura las críticas, le ha tocado escuchar en directo (y además leer en la jungla de las redes sociales) la acusación de que es instigadora o cómplice necesaria de un “golpe de Estado” contra Pedro Sánchez. El sector que arropaba al líder caído la coloca junto a Felipe González en el bando de los conspiradores (tradúzcase como ala derecha del partido) y le exige que explique a la militancia ese enigma histórico de cómo el PSOE puede acabar apuntalando al PP. “Habrá que calcularlo todo muy bien porque hay cosas que chirriarán”, desliza un cargo del partido.
En los últimos días a Díaz se le ha aparecido además el peor de los fantasmas: le han crecido voces críticas en la aparentemente dócil Andalucía, desde el fenómeno mediático del alcalde de Jun hasta el mismísimo socialismo sevillano, la casa en la que echó los dientes y donde escaló desde Juventudes hasta el Palacio de San Telmo. El primer foco rebelde ha aflorado en Dos Hermanas, la cuna de un Francisco Toscano, su alcalde, que se salió hace mucho de la senda marcada por la sede de San Vicente. Dicen que no será el único y que se avecinan curvas.
La agenda arde
Con una facción del partido en contra, el equipo que arropa a la presidenta ha plagado en las dos últimas semanas su agenda de actos para negar la acusación de que esté más centrada en los problemas internos del partido que en gestionar la mayor comunidad de España. El esquema no es nuevo y de hecho es un calco de lo que ocurrió en vísperas de cada Comité Federal de arranque del año, aquéllos en los que parecía que Sánchez caería decapitado pero acababa sobreviviendo. Así, del 20 de septiembre al 1 de octubre los actos de Díaz se redujeron a cinco para evitar los micrófonos. Desde entonces la presidenta sale a uno o más de uno por jornada y la mayoría con barniz social para difundir el mensaje de que su apoyo a la derecha y el aval para que gobierne Rajoy son sólo un mero accidente.
¿Debate de guante blanco?
La política nacional tiene ya tantos vasos comunicantes con la regional que el esperado Debate sobre el estado de la Comunidad que arranca el miércoles puede ser el más descafeinado que se recuerde. Con la gestora del PSOE a punto de decantarse por la abstención y entregar las llaves de Moncloa a Rajoy, la incógnita es saber cuál será el tono de Moreno Bonilla. En teoría es el gran fiscalizador de la gestión de Díaz como líder de la oposición, pero la agresividad chocaría con los ‘favores’ prestados por ésta para descabalgar a Sánchez...