Los males hay que erradicarlos de raíz, antes de que devengan en incontrolables. El entonces presidente del Gobierno británico, el socialista Tony Blair, suspendió cuatro veces la autonomía de Irlanda del Norte para superar otras tantas crisis políticas. En algún caso, la autonomía del Ulster estuvo suspendida durante cinco años, tiempo en que la región quedó sometida al gobierno directo de Londres.
Si Rajoy hubiera aplicado desde el principio el artículo 155 de nuestra Constitución y suspendido la autonomía de Cataluña, tal como ha confesado Felipe González que él habría hecho, se habría cortado de raíz el desafío secesionista y no se habría dejado, merced a una errónea política de dontancredismo, que alcanzara la magnitud que finalmente ha alcanzado.
Por más que el referéndum independentista haya sido ilegal y una farsa de cabo a rabo, en el que se ha vulnerado todo lo vulnerable, Rajoy no ha podido impedir dos imágenes que estaban buscando los independentistas para presentarse ante el mundo como triunfadores o víctimas, a conveniencia: votaciones como fuera y allí donde se pudiera y las cargas de la Policía ante la previsible inhibición de los Mossos.
Existe el riesgo cierto de que la Generalitat no se pare aquí y que proclame unilateralmente la independencia de Cataluña el martes u otro día. ¿Qué hará entonces el presidente del Gobierno? ¿Actuará como Tony Blair o como Mariano Rajoy?