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El ojo de la aguja

Pepe Martínez y los jilgueros

Este aficionado a los pájaros silvestres nació en Santa María Delusa, un pequeño pueblecito marinero de Pontevedra, pero que se vino a Huelva con seis años

Publicado: 21/05/2018 ·
13:06
· Actualizado: 21/05/2018 · 13:06
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Autor

Juan Bautista Mojarro

Mojarro es un veterano articulista onubense, escritor y poeta. Ha trabajado y colaborado con casi todos los diarios onubenses

El ojo de la aguja

Un viaje por el pasado de Huelva, sus barrios, sus personajes ilustres y anécdotas, además de sus reflexiones sobre el devenir de la sociedad

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En la barriada de Viaplana hay una de las peñas de las cuatro o cinco que existen en Huelva, la peña ‘Pajaril’, quizás una de las más veteranas, y en la misma se dan cita los aficionados asociados a la caza de pájaros silvestres. La peña cuenta con una barra bar donde los aficionados echan sus ratos de charlas relativas a las cacerías y también de todo aquello que tiene que ver con los accesorios que conlleva esta actividad de cetrería, como son las redes, la confección de las mismas, las jarillas, la enseñanza de los jarilleros y el contar sobre todo con buenos reclamos. Dentro de los distintos apartados que aglutina este tipo de cacerías, puedo presumir de tener un viejo amigo, gran y aficionado a los pájaros, se trata de Pepe Martínez Novoa.

Este aficionado a los pájaros silvestres nos comenta que nació en Santa María Delusa, un pequeño pueblecito marinero de Pontevedra, pero que se vino a Huelva con sus padres con seis años. Pepe, como le llamamos los más cercanos, es aficionado a las cacerías de pájaros silvestres desde pequeño, y se vino a Huelva porque su padre era marinero y eligió nuestra ciudad para sus tareas en la mar, aunque algunos años estuvo residiendo en Punta Umbría. Nos asegura  respecto a las cacerías que “solo esta permitido la captura de cinco pájaros por cada red”, y prosigue: “La red tiene que contar con un plomo, es obligatorio, y también se tiene que tener la tarjeta federativa y la licencia”. Martínez Novoa nos confiesa que “aquí en Huelva hay muchos aficionados a esta tipo de caza”, y continúa: “Solo en la peña ‘Pajaril’, que es a la que pertenezco, existen cerca de trescientas licencias”. También dedica unas palabras a aquellos cazadores furtivos: “En esto hay como en todas las cosas, existen cazadores furtivos, ellos saben que se la juegan, y sobre todo si la Guardia Civil o Medio Ambiente les encuentran pájaros muertos, las multas suelen ser muy elevadas”.

Pepe tiene setenta y ocho años y una gran vitalidad, aunque ya los años le pasan factura, como a todo el mundo. Me dice que “suelo ir de cacerías con amigos, pero mayormente solo y el lugar preferido son nuestras marismas”. Acostumbra a llevar los bártulos, redes, alcayatas, palo la uve y demás accesorios en una carrito de compra, mochila a la espalda y los reclamos en dirección a  las marismas. Suele coger los machos, las hembras las suelta. Sin embargo, ahora hace dos años que no va de cacerías, pues está teniendo problemas con una de las caderas, y por otra parte, tampoco  su señora anda todo lo bien que quisiera de salud, circunstancias que le obligan a estar más tiempo en las tareas de la casa. Pero de lo que sí está seguro es de que mientras exista un jilguero, Pepe Martínez respirará vida y ansias de contar con alas como este maravilloso pajarillo. Solo el hecho  de oír sus inigualables trinos le transporta a otras galaxias y aumenta sus ansias de vida.

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