Es imprescindible recordar aquellos días “históricos” en que un grupo de políticos catalanes vivieron con ampulosidad, solemnidad, pomposidad y con una absoluta irresponsabilidad. Decidieron declarar la República catalana, aprobar las leyes de desconexión con el Estado español, crear un nuevo estado, el Estado catalán, y menospreciar al Tribunal Constitucional y todo el ordenamiento jurídico español, amparados en un nuevo derecho -ficticio en nuestros textos legales y específicamente en la propia Constitución - el derecho a decidir, el derecho a la autodeterminación. Salirse de España, como si de beber un vaso de agua se tratase y por una mera decisión unilateral de una parte del país, Cataluña, desconociendo al resto. Y, además, desconociendo el sentimiento y el voto de más de la mitad de la población catalana.
Ayer se conocieron las penas que han recaído sobre algunos de los independentistas, los que han sido sometidos a juicio en el tribunal supremo. El más importante - Puigdemont- desde Bélgica, en un derroche más de su trayectoria cínica y cobarde, animaba a todos: “100 años de prisión en total. Una barbaridad. Ahora más que nunca, a su lado y al de sus familias. Toca reaccionar, como nunca. Por el futuro de nuestros hijos e hijas. Para la democracia. Para Europa. Por Catalunya”. No. Más cerca que nunca, no. Tan lejos de los condenados, como siempre, y reaccionando con la huida del país. Bochornoso.
La sentencia es comedida, moderada. No ha satisfecho a los que querían una condena por rebelión con penas duplicadas a las impuestas. Tampoco obviamente a los que pedían la libre absolución y son los que ya acusan a la sentencia de crueldad. En ese sentido ha sido una sentencia mesurada y, con el añadido a tener muy en cuenta, de la unanimidad.
Aquellos polvos -una farsa en la que los propios dirigentes no creían- han acarreado estos barros. Cabe recordar que la bandera española no fue nunca arriada de la Generalitat de la Cataluña. El gobierno de entonces no estuvo acertado obviando la necesaria campaña internacional, que ahora se prioriza con la intervención -en español y en inglés- del presidente del gobierno y con los ministros haciendo campaña internacional.
Habrá movilizaciones pero toca hacer política. Buscar los cauces constitucionales para una solución a largo plazo. No será ni fácil ni rápido porque el componente emocional no se quita de un día para otro.