Ya está listo de papeles el fantástico Ayuntamiento de La Isla. Su dinero ha costado. Ya tenemos una cosa más en la bolsa de nuestro orgullo cañaílla. Como se descubra además, a ciencia cierta, que en el Cerro de los mártires Servando y Germán se encuentra el templo de Melkart y no en el islote del castillo de Sancti Petri, es para mear y no echar gota. ¡Con la de castañas y nueces que nos hemos comido encima de sus ruinas!
En todo caso, mi vecino el arqueólogo está que trina, porque dice que ya tenía que estar ese Cerro boca arriba y con un montón de arqueólogos con sus escobillas buscando esa joya, y que él se ofrece voluntario para escarbar lo que haga falta a cambio de que lo dejen salir del manicomio. Lo malo es que, si por casualidad aparece el templo, aquí la costumbre es enterrarlo todo otra vez, incluida la sacristía, con la vista puesta en hacer bloques de pisos o algo por el estilo. Por eso dice también mi vecino que, sabiendo el triste abandono en que está el Puente Zuazo con toda la grandiosa historia que guarda en su piedra ostionera y en sus alrededores, no le extraña que volvamos a enterrar esta otra riqueza en el cajón de la desidia y la apatía.
Pero dejando a un lado el posible descubrimiento del Templo de Melkart, vamos a centrarnos en el Ayuntamiento y en sus interioridades. Nos hemos enterado de que los bonitos estantes donde reposaban los valiosos libros de la Biblioteca Lobo han desaparecido y nadie sabe cómo ha sido, como la primavera. El personal cañaílla se mosquea y con razón, porque estamos acostumbrados a que los políticos nos tomen el pelo, a que nos toreen, a que nos digan blanco y a los cinco minutos nos digan que negro, en definitiva, a engañarnos por un plato de lentejas (léase votos). Por eso, inmediatamente que salió a la luz pública que las estanterías tan bonitas que había allí se habían esfumado, nadie pensó en las polillas, sino que todo el mundo dijo para sí “otra cosa más que nos mangan”. Y no es que la gente sea mal pensada, es que la han acostumbrado a que piense mal a fuerza de engaños; buen trabajo. Después ya hemos leído que las maderas de esas estanterías estaban hechas polvo, llenas de polillas y que habría que arrancarlas de la pared… Total, que los locos nos lo vamos a creer y punto final. A nosotros no nos importa que en la biblioteca se respire Ikea ni que otros tablones modernos sustituyan a los antiguos. A nosotros nos preocupa solamente una cosa: la Biblioteca.
Vale que preguntemos por las estanterías, pero no entendemos que no exista la misma preocupación por el contenido de los libros que duermen en esas estanterías. Me asegura Aristóteles, mi vecino, que una biblioteca es un lugar donde se guardan los libros, y todo porque en griego libro se dice βίβλος (en cristiano se lee biblos). Mi vecino es tan listo, que podría estar perfectamente en el gobierno, si no fuera porque de vez en cuando piensa. Pues bien, en La Isla hay gente preocupada por las estanterías de la Biblioteca Lobo, pero muy poquitos por lo que dicen los libros que duermen en ella. Sería bonito por lo menos que se publicara una lista con los libros que tenemos en nuestra Biblioteca, para que los locos nos situemos. ¿Caerá esa breva? ¿Es mucho pedir? ¿Nos dejarán un día para leerlos? Prometemos no echar a volar ningún libro por los ventanales.