Ada Salas para Cádiz Suena Bien.
Pocas veces tenemos la oportunidad de sentir la delicadeza de una obra hasta el punto de emocionarnos sin mesura. Y quizás, esa sea la clave del nuevo espectáculo músico teatral de Jesús Bienvenido.
Martín Martín León, alias El Rámper, se presenta sobre el escenario del gaditano Pay Pay en un halo de misterio que envuelve cada rincón de una sala preparada para la intimidad. Un lugar que nos atrapa y que acompaña al autor en un alarde de compromiso y pasión.
Un payaso que ha crecido entre las cenizas de una clase obrera que sufre la más penosa represión aparece en escena. Un autor de carnaval que escribe, tal y como su padre le enseñó, las verdades, lo más hiriente, porque “si no duele, si no araña, no es carnaval”. El público conoce entonces a la persona que se esconde tras zapatos enormes y una chistera desgastada que se desenvuelve en un teatro de objetos que nos deja estupefactos, cuidando hasta el más ínfimo detalle.
El Rámper traza la historia de su arresto por parte de los soldados sublevados en mitad de una guerra civil que está destrozando los resquicios de una época en la que la tricolor gobernaba soplando aires de libertad. A través del cante de Jesús Bienvenido, suena la crítica más feroz y el dolor más inhumano de un pueblo que sangra, que llora y que se pregunta qué fue de sus familiares desaparecidos, esos que como el payaso, se encuentran de repente, contando los días en un penal por el simple hecho de cantar la realidad.
Y el público solloza, como no podía ser de otra manera. Jesús tiene esa habilidad, una capacidad innata de emocionar que no se aprende, que viene en su esencia. Su voz transmite el sufrimiento de tantas generaciones que impresiona. Es capaz de traernos al presente “ocho décadas de historia falseada” entremezclando prosa, cuplé o un martinete, mientras su personaje cuestiona al verdugo que le enfrenta “¿Qué les dirás a tus hijos cuando vuelvas a casa?, ¿que tu peor enemigo es un payaso que canta?".
Finaliza el protagonista con un homenaje fotográfico de aquellos carnavaleros que la dictadura franquista nos arrebató y suena una lista de nombres. El cajón de la memoria se abre y algo atraviesa el corazón del espectador. “Perdono, pero no olvido”, afirma El Rámper. Y de nuevo, la emoción. Porque cualquiera de las personas presentes podría rememorar alguna historia cercana, algún conocido que sufrió las consecuencias de esta época tan oscura.
La sala ha sido testigo de uno de los mejores ejercicios de memoria histórica que ha vivido nuestra tierra en los últimos tiempos. Sin embargo, ¿cómo es posible que siga siendo revolucionario, e incluso, transgresor, rememorar la historia? Quizás porque el miedo atrae el silencio, y “el silencio trajo el olvido”, tal y como nuestro Rámper apunta.