Proyecto Hombre ha detectado en 2021 un aumento “más que significativo” de demandas de tratamientos por adicciones sin sustancias, donde se engloban las denominadas TRIC, Tecnologías de la Relación, la Información y la Comunicación (nuevas tecnologías, móviles, internet, videojuegos...), que pasan de apenas un 3,18% en 2020, a un 14,53% en 2021. Así se desprende de la Memoria de Proyecto Hombre de la provincia de Cádiz de 2021, que tampoco pasa por alto el predominio de las mujeres (7,87%) que piden ayuda en la asociación para desengancharse de las TRIC frente a los hombres (6,66%).
En lo que respecta a los jóvenes, también destaca la edad media de estos colectivos con problemas de comportamiento asociados a internet, nuevas tecnologías, juego online, etcétera, que se sitúa en los 18 años, tanto en chicos como en chicas, y la tendencia al alza que supuesto estas adicciones entre los menores, y que la ONG trata en su programa específico Proyecto Joven. En este último, se atiende a jóvenes de 12 a 21 años con trastornos en el comportamiento, consumo incipiente y/o esporádico, abuso de las TRIC, fracaso escolar y problemática familiar.
Ante la subida de la demanda de estos usuarios, que desde 2000 hasta 2022 ha pasado de 33 a 114 jóvenes, Proyecto Joven está tendiendo a la especialización con la creación y adaptación de programas específicos para trastornos en el comportamiento y grupos de habilidades, o el programa Intégrate, para todos los conflictos derivados a los videojuegos, internet, apuestas online, entre otros. En este tipo de terapias, el personal de la ONG trabaja con el menor, con su entorno familiar más cercano y con su grupo de amigos.
En este sentido, el director provincial de la entidad, Luis Bononato, advierte del papel que juega el modelo educativo -Proyecto Hombre ha impartido hasta 156 talleres de prevención en 46 centros educativos en 2021-, y la familia a la hora de promover un uso responsable de las tecnologías. “Los padres son los principales activos de ese uso, vemos a niños de dos o tres años con sus móviles”, incide Bononato, que también alerta del aumento de las familias que recurren a esta asociación por las conductas conflictivas de sus hijos. “Vienen con sensación de fracaso, es la violencia filioparental, en la que hay muchas faltas de respeto en las familias”, apunta.
A la par, el uso problemático de las nuevas tecnologías entre los adolescentes también provoca “situaciones límites” en el ámbito familiar, problemas de sedentarismo, fracaso escolar, insomnio, falta de relaciones sociales y otras actividades al aire libre “porque su mundo está centrado en las tecnologías".
El reclamo de este programa por los problemas de alcohol en este colectivo también está creciendo, y la “normalización” de estas y otras adicciones, incluso en el mismo domicilio familiar, no ayuda. “El mayor problema muchas veces es que los propios padres lo identifiquen como un problema. Hay casos en los que se quita importancia a que su hijo se fume un porro o haga botellón. El consumo de alcohol está tan normalizado que cuesta verlo como un problema”, indica.
Y basta con ver las estadísticas de 2021, en el que los usuarios en tratamiento en Proyecto Hombre por problemas de alcoholismo ha pasado de un 10% en 2020 a un 15% en 2021. De hecho, la demanda de tratamientos por cocaína (39,8%) mantiene la tendencia de ser la sustancia de consumo por la que más ayuda reciben los usuarios, pero baja casi seis puntos a favor de sustancias como el alcohol o las adiciones sin sustancias. “Estamos hablando de adicciones no tan visibles, que se han banalizado, como el alcohol, el cannabis, la cocaína, las TRIC...que repercuten negativamente en el ámbito familiar y laboral”, concluye.
Proyecto Hombre hace un llamamiento: necesita más voluntarios
Este lunes se conmemoró el Día del Voluntariado, una de las “fortalezas” de Proyecto Hombre, que desde la pandemia ha visto cómo el número de voluntarios se ha resentido en un 25%. Como explica Bononato, en 2020 rondaban los 125. Ahora no llegan a los 100. La principal razón es que estos colaboradores suelen ser personas mayores y con el Covid dieron un paso atrás. De cara a 2023, la ONG cruza los dedos para que su nueva sede en Jerez, con un presupuesto de 800.000 euros y cuya primera piedra se puso el pasado verano, esté lista para febrero.