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El milagro de Faustino Míguez que fue maestro y científico en Cádiz

San Faustino Míguez será inscrito en el Libro de los Santos de la Iglesia como el número 884 de los proclamados durante el Pontificado del papa Francisco

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  • Manuel Míguez -después Faustino de la Encarnación-

Verónica es una mujer chilena que espera con ilusión a su cuarto hijo cuando le explota el hígado y entra en muerte cerebral. Hoy vive para contar que estando en coma notaba una fuerza interior cuando le acercaban una reliquia del padre Faustino Míguez, beato que por este milagro será declarado santo el domingo.

"No tengo miedo a la muerte, no es algo malo, es bueno, blanco, había una quietud enorme, pero no era mi momento..., a veces sentía un calor intenso en el pecho, una fuerza..., notaba algo redondo..., luego he sabido que coincidía con las veces que me acercaban una reliquia con esa forma del padre Faustino".

Este es el emocionado relato que hoy ha hecho Verónica Storberg en Madrid, poco antes de volar a Roma para asistir este fin de semana a la canonización de la persona que la Iglesia considera que le ha curado.

Es un milagro, se trata de "una curación inexplicable", ha destacado Sacramento Calderón, superiora general de la congregación de Hijas de la Divina Pastora, religiosas Calasancias, la orden que fundó Míguez.

Nació Manuel Míguez -después Faustino de la Encarnación- en 1831 en Xamirás, una aldea Acebedo del Río (Celanova, Ourense) y es ordenado sacerdote en la iglesia de San Marcos (Madrid). Ejerció como maestro y científico en Cádiz, Cuba y en la localidad madrileña de Getafe, donde muere en 1925 y donde se venera su cuerpo incorrupto.

Y es tan inexplicable la cura de Verónica porque los médicos que la atendían ya habían decidido desconectarla cuando se produjo el milagro.

Era 2003, llevaba tres meses en coma y los doctores dijeron a la familia que se despidieran de ella.

Fue entonces cuando el marido y los hijos mayores de Verónica (el cuarto nació con una cesárea mientras su madre estaba en coma) acudieron a rezar a la capilla del colegio Divina Pastora en La Florida (Chile) donde Verónica ejercía de catequista.

Allí les recibe la madre Patricia Olivares, que era quien ponía a Verónica la reliquia del próximo santo cuando acudía a verla al hospital. Juntos rezan al padre Míguez y el marido le hace una petición: "Pelaíto, dale una manita a Verónica".

Entonces el hígado deja de sangrar, la mujer se recupera y en la actualidad no tiene secuelas.

"Cosas tan extremas como lo que me ha pasado demuestran que Dios está ahí, nos ama", asegura Verónica, que será recibida por el papa Francisco.

Si se la pregunta por Faustino Míguez (cuenta desde 2000 con un museo sobre su vida en Getafe), contesta que es su "amigo muy querido".

El domingo este sacerdote subirá a los altares -en un acto al que asistirá una amplia delegación escolapia y de Galicia, incluida la Real Banda de Gaitas de la Diputación de Ourense- por el milagro de Verónica pero también por "hacer el bien en cada momento", sostiene Calderón.

"Fue un hombre movido por el amor" y que tuvo una vida dedicada a la educación de niños y jóvenes y en especial a la promoción de la mujer; sus colegios están presentes en los cuatro continentes.

Pero también fue biólogo (investigó el efecto terapéutico de plantas medicinales y doce medicamentos ideados por él están registrados en Sanidad) y llegó a ser responsable de la biblioteca del Real Monasterio de El Escorial (Madrid).

San Faustino Míguez será inscrito en el Libro de los Santos de la Iglesia como el número 884 de los proclamados durante el Pontificado del papa Francisco.

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