Por desgracia la imagen de locales vacíos, negocios que cierran, personal en ERTE o el crecimiento inminente de las tasas de desempleo se están convirtiendo en la tónica habitual después del duro año de pandemia. Mientras aún quedaban secuelas de la última crisis económica, el planeta entero se enfrenta a las consecuencias de una nueva que no ha hecho más que comenzar. Una recesión que vuelve a poner de manifiesto la desigualdad de género.
Los análisis de las crisis que han existido a lo largo de la historia han resaltado, mas aún si cabe, la brecha existente entre hombres y mujeres. Estos estudios demuestran que de las crisis se sale con una intensificación del trabajo de las mujeres, aunque sobresale aquel que no es remunerado. También señalan que el empleo masculino tiene una recuperación más rápida, mientras que el femenino tarda en llegar y sufre una mayor precarización. Además, esto provoca que los avances conseguidos en materia de igualdad retrocedan.
Como viene siendo habitual, el desempleo afecta de forma más intensa a las mujeres: casi 493.000 están buscando trabajo en Andalucía actualmente, con una tasa de paro del 27,2%, mientras que la masculina se sitúa por debajo, en el 18,9%.
Esta diferencia de casi el 10% se refleja en los datos de desempleo de la provincia de Cádiz, donde el año 2020 acabó con un 29% de paro femenino frente al 21% masculino. Según señalan desde la formación Juventud Comunista, la brecha salarial resiste crisis tras crisis. La diferencia es de unos 6.000 euros anuales entre mujeres y hombres, concluyendo 2019 con un salario medio en la provincia de 19.500 euros para los hombres y 14.000 para las mujeres.
Esta disparidad se reduce en los jóvenes de entre 18 y 25 años, ya este sector de la población tiene los salarios más bajos. Aun así, las mujeres gaditanas en esa franja de edad cobraban en 2019 una media de 1.500 euros anuales menos que los hombres. Frente a los 6.700 euros al año de ellos, ellas percibían salarios anuales de 5.200. “Unos salarios de miseria con los que la juventud gaditana tiene que afrontar unos costes de vida que no para de incrementar”, señalan desde la formación.
Este problema se agrava con la llegada de la pandemia, ya que la mujer se ha visto cargada con los cuidados y el mantenimiento del espacio doméstico, llevándolas a puestos de trabajo más precarios. Y es que los puestos que guardan relación con esas tareas de cuidados están mayormente feminizados. En la provincia de Cádiz el número de enfermeras cuadruplica al de enfermeros.
Además, el paro de larga duración tiene mayoritariamente rostro femenino (las mujeres representan el 59% de los parados de larga duración en Andalucía y un 46,3% lleva más de un año en paro, frente al 38% de los hombres). Una situación que afecta en mayor medida a las mujeres que cuentan con alguna variable antecedente de dificultad como una edad superior a los 55 años, certificado de discapacidad, responsabilidades familiares no compartidas o condición de víctima de la violencia de género.
La mayoría de las desempleadas víctimas de la violencia de género no confía en encontrar trabajo en el mercado laboral de la COVID-19. En concreto, un 85% cree que tardará más de un año en encontrar una ocupación estable; un 54% prevé que la encontrará dentro de uno o dos años; un 25% cree que tardará más de 2 años y un 6% llega a pensar que no la encontrará nunca.
Una situación doblemente preocupante, ya que durante la pandemia hubo un incremento de violencia machista en la provincia gaditana. Los datos de denuncias por violencia machista, llegaron en el tercer trimestre de 2020 a un pico de máximo histórico de denuncias.
Mayor paro, salarios más bajos, empleos feminizados sosteniendo la parte más dura de la crisis sanitaria y un aumento de la violencia machista son algunas de las consecuencias que han dejado el sistema patriarcal en la pandemia. Una nueva piedra en un camino que lleva siglos salpicado de obstáculos.