La de esta tarde noche del viernes fue una corrida de Gavira bien presentada y de juego distinto con matices. Serios por delante, de variado comportamiento, destacaron en fuego el tercero y el quinto. Tardaron unos minutos en salir al principio las cuadrillas a la orden del presidente, Francisco Ortiz, con su largo pañuelo. La plaza cubierta con casi media entrada, expectante en un festejo que tiene la vítola de entretenimiento.
Corretón de salida fue el primero de Padilla. Trató de fijarlo por verónicas y hasta un quite por chicuelinas resultó bello. No le ayudó el toro en banderillas, colocando un tercero al violín, espectacular. Se hizo con el toro en unos doblones muy toreros, para seguir a media altura. El toro, noble, soso y distraído, tomó la muleta en varias tandas. Padilla tuvo la virtud de colocarle bien el engaño y nunca se lo quitó de la cara. Le costó matar. Ovación tras dos avisos.
El segundo fue un toro alto, asticino y engatillado. Huyó en varas. El Fandi dio su repertorio habitual en banderillas colocando cuatro pares. Uno de ellos a la moviola.
Inició su faena con las dos rodillas en tierra instrumentando cuatro pases de pecho. Citó de largo por el lado derecho. El toro no transmitía y el granadino, después de una serie de muletazos, animó al personal con molinetes de rodillas y poco más. Fue un toro complicado por el pitón izquierdo. Varias estocadas defectuosas y un descabello. Acabó en ovación.
La exquisitez y la variedad de Salvador Vega con el capote a pies juntos fueron los primeros compases de su tarjeta de presentación. Templó en un buen quite por chicuelinas, y se lució el banderillero algecireño Víctor Nieto en un buen pase. Comenzó su labor con la muleta, flexionando la pierna derecha en series centradas, para seguir sobre la mano derecha en muletazos con enjundia y girando bien la cintura. Hubo un momento donde se entregó el toro y torero, donde la estética y el valor ayudaron a culminar a rematar una faena que, aunque le costó cuadrar al toro, ya distraído el animal, dejó media que le valió la primera oreja de la tarde.
Tras la pausa, espectáculo
Tras la habitual merienda, surgió la figura de Padilla en una de las faenas más importantes de la tarde. Al igual que su primero, el toro demostró una clara huida, no pudiéndolo fijar con el capote ni el matador ni el peonaje. No le gustó en principio a Padilla, que no intervino en el tercio de banderillas haciéndolo subalterno. Tomó la muleta y se sentó en el estribo para iniciar su faena.
Sin embargo, el toro esquivaba y no le hacía caso. Pero surgió un torero entregado, firme, decidido y dominador. Arriesgó lo suyo ante un animal mirón, que protestaba en cada muletazo, que no fue obstáculo para que hilvanará un trasteo de muletazos largos ligados sin enmendarse. Lo más fundamental es que le pudo al toro y ahí brotó su honradez y su torería. Actuación épica y emocionante que terminó al segundo intento de estocada, paseando triunfalmente la oreja, pedida con fuerza.
El Fandi no se fue sin cortar oreja de Las Palomas. Nada más salir el que hacía el quinto, el hombre boquerón se lo quiso comer con dos largas cambiadas muy seguidas para seguir por verónicas, tras tomar un puyazo como todos sus hermanos realizó un vistoso quite por navarra. El tercio de banderillas lo resolvió con facilidad y oficio, llevando la emoción. Tuvo movilidad y fijeza el de Gavira, que tomó el engaño los primeros muletazos con buen son. Aprovechó El Fandi el pitón derecho y ahí construyó con inteligencia una faena que, aunque larga, variada y entretenida, aprovechando que el toro tenía buen punto de casta. Con un aviso antes de descabellar tras una estocada.
A las tres horas justas de comenzar el festejo dobló el último de la tarde noche. Un toro al que Vega toreó con arrebatadora y exquisita variedad capotera. Llamó en el centro del anillo al toro en un pase cambiado por la espalda. La faena tuvo mayor fuste sobre el pitón derecho. Encontró sitio y agotó todos los pases que tenía. Llegó un arrimón y, muy valiente, logró que el público se le entregara, pero se cerró la puerta grande al errar con la espada y el descabello. Una pena.