En ocasiones los baches de los equipos no son fruto de la casualidad. A veces porque la pelotita no entra, otras por acumulación de lesiones o en ocasiones porque simplemente futbolistas importantes para el entrenador padecen un bajón en su rendimiento sobre el césped.
Tras cuatro jornadas ligueras sin conocer la victoria, amén de la derrota en Nervión frente al Athletic en el compendio de los 90 minutos, en el Sevilla toca parar y pensar que puede estar fallando en este tramo decisivo de la temporada. Así, unos atienden al cansancio de la plantilla, exhausta por la disputa hasta el final de tres competiciones. Otros piensan que la planificación no fue del todo correcta justificando la diferencia palpable entre el presunto equipo titular y el banquillo. Y otros señalan a jugadores determinantes que se alejan de su mejor versión.
Es el caso de Éver Banega. El internacional argentino, el jugador con más clase y de largo de la primera plantilla, ha sido determinante en competiciones como la Copa del Rey o la Europa League y pilar esencial en los esquemas de Unai Emery. Pero el centrocampista lleva un mes un tanto desconcertado y eso se ve partido a partido. Quizás por el asunto de su futuro más inmediato y la oferta irrechazable del Inter de Milán el jugador no es ni la sombra de aquel que deslumbraba a inicios de este año.
Desde su “autoexpulsión” frente al Villarreal en la que, precisamente, fue la última victoria sevillista en Liga, Banega no está rindiendo tal y como se espera de él en este tramo decisivo. Aquella expulsión le impidió, sin ir más lejos, jugarse la Champions en el Bernabéu con los suyos. Pero ni a su vuelta frente a la Real Sociedad, ni en su retorno a Mestalla dio la talla. Y este domingo, contra el Dépor, dejó a las claras que no está fino y sin él el Sevilla no afina.