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El jardín de Bomarzo

El baile del serrucho

Hacer balances de gestión de los primeros cien días son ganas de ponerse a criticar

Publicado: 14/09/2018 ·
11:24
· Actualizado: 17/09/2018 · 09:50
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Bomarzo

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Hacer balances de gestión de los primeros cien días son ganas de ponerse a criticar. Pero es cierto que al margen de eficacias, los primeros contoneos evidencian cómo será el baile, por dónde va la música una vez ha sido seleccionado el estilo, a quién y cómo pretende conquistar el o la danzante. La política ha dado un giro radical en estos últimos tres meses, tanto en lo relativo a la orientación del gobierno central, a las consecuencias que esto supone para otras administraciones, al viraje en políticas como internacional o inmigración y al cambio de personajes hasta hace bien poco trascendentales en la actualidad pública y que han sido aniquilados por esta trituradora llamada presente. Nada hacía vaticinar hace poco lo de Rajoy, que una vez fuera de Moncloa ha conseguido traslado express en escasos cuarenta días del Registro Mercantil de Santa Pola al mucho más rentable de Madrid donde le han preparado despacho un tanto "arrinconado" para que "no moleste demasiado", dicen con sorna colegas de oficio porque lleva unos treinta años sin ejercer y las leyes han cambiado mucho aunque, eso sí, compartirá con los veintidós compañeros registradores los altísimos beneficios del trabajo común. Otra en borrarse ha sido Soraya Sáenz de Santamaría, empujada por un Casado que con ello cumple la máxima sobre integración hacia el perdedor: mejor te vas. La pregunta es, visto lo visto, quiénes y cuándo serán los próximos en abandonar la pista de baile.

El gobierno de Sánchez. Una vez nombrado fue unánime el aplauso ante un gobierno que, si bien de evidente corte electoralista, resultaba convincente. La primera dimisión del ministro Huerta fue la nota friqui y pese a que algunos defendieron la injusticia de su marcha por cuanto tuvo que pagar una reclamación que le puso hacienda, resulta inquietante tener ministros que en su vida anterior buscaron argucias para escapar del fisco. Ahora ha venido el segundo caso y este tiene peor recorrido porque la ministra de sanidad, una de las más cercanas a Sánchez, se despachó primero con un inoportuno "no todos somos iguales" que no venía a cuento porque de entrada juzgaba a otros cuando solo unas horas más tarde se demostraba que su tesis había sido plagiada en 19 páginas y el error de Carmen Montón, que cuando declaró aquello ya sabía que lo suyo no era trigo limpio, sí salpica a un gobierno que en solo cien días parece haber perdido esa principal virtud que era su efectividad electoral. Ahora bien, un avance hay que reconocer cual es que ahora ante evidencias hay dimisiones en 48 horas, al contrario de casos anteriores, sobre todo del PP, donde siempre se intenta jugar con el tiempo y ahí está Casado silbando al cielo.

La crisis con Montón ha durado segundos porque enseguida ha surgido la de Sánchez a merced de su supuesto plagio en la tesis secreta que custodia la Universidad Camilo José Cela y que toca y mucho al presidente y a su gobierno. En todo caso, este asunto de los masters, como el de los currículum, que ha llevado a más de quince diputados de varias siglas raudos a cambiar los suyos porque tenían dos años de carrera y ponían que contaban con el título o que eran expertos en… cuando sólo habían hecho un curso de BBC y, desde luego, todos con dominio "alto" de varios idiomas, es un melón cuyos responsables son quienes lo abrieron y olvidaron que, señores nuestros, somos españoles con el síndrome del Lazarillo de Tormes en nuestro adn y, es más, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Ahora, ¿quién le pone freno a la revisión de masters, tesis, currículums o autorías de redacciones cuando la EGB?

Los caídos. Resucitar a Franco siempre ha sido un asunto muy recurrente porque enciende la mecha del progresismo dormido y, además, tiene un evidente rédito electoral. Aunque, al margen, la extrema derecha se frota las manos y en Moncloa uno de los temores crecientes es que formaciones como Vox se alimenten de esa división otra vez de España en dos. Porque cuando a todo el mundo se le obliga a tomar bando, quien no tenía una opinión al respecto debe tomarla. Pero la Ley es la Ley y lo es para todos, incluso para el cadáver de Franco y su familia, un Estado de Derecho es lo que tiene. Por esto, tras el arranque impulsivo de que por Real Decreto Ley se iba a acordar levantar del Valle los restos del dictador en "dos semanas", el ejecutivo de Sánchez se ha dado cuenta de la dificultad legal del asunto y al final incluso pueda perder el envite y quedar, además, en ridículo - como con las corbetas; "un pasito palante, María, un pasito patras..."-.

Valorado todo esto y la dudosa legalidad de aprobar esa Ley plasmando una decisión estrictamente política, que obviaba la regulación legal  sobre exhumación de cadáveres, la estrategia jurídica ha sido buscar un requisito objetivo que no cumpla el dictador y establecerlo en el Real Decreto Ley con carácter general: "En el Valle de los Caídos sólo podrán yacer los restos mortales de personas fallecidas a consecuencia de la Guerra Civil española, como lugar de conmemoración, recuerdo y homenaje a las víctimas de la contienda". Como Franco no cumple con este requisito, tiene que salir del Valle. Por lo tanto, el motivo legal para que el cadáver embalsamado del dictador tenga que salir de allí no serán sus fechorías dictatoriales y represoras -verdadero motivo político- sino exclusivamente que no murió como consecuencia de la guerra civil porque murió 36 años después y por muerte natural. Otro ejemplo de  cómo se buscan fórmulas legales para poder llevar a cabo decisiones políticas no demasiado escrupulosas con la Ley vigente, maleando el Estado de Derecho según los intereses del político de turno. No obstante, en esto, también veremos cómo termina el asunto porque de seguro habrá alegaciones, demandas, interminables trámites procesales...

Inmigración. El show que montó el gobierno con el recibimiento del Aquarius con un tema tan sensible como la inmigración ha terminado por írsele de las manos y, de hecho, si todos acudieron a recibir a los seiscientos inmigrantes en Valencia, nadie se ha acercado este verano a Algeciras cuando han cruzado más de siete mil. El problema ya no es solo la frivolidad con que se trata un asunto tan delicado como la solidaridad hacia el inmigrante, esa misma solidaridad que nos une a todos mientras no nos afecta. Porque, ¿quién es solidario cuando frente a su casa se instala un gueto, en el colegio hay que hacer hueco en aulas ya atestadas o en tu entorno residencial crece la delincuencia porque la inmigración solidaria recibida no tiene acceso a un insuficiente mercado laboral de un país plagado de parados y debe sobrevivir con lo que sea? Y lo más a mano siempre ronda lo ilegal.

El PSOE tiene un problema serio con su posición política respecto a la inmigración porque las puertas abiertas y educación y sanidad para todos es un cuchillo de doble filo, resulta florido en un discurso ideológicamente muy solidario pero a su vez insostenible y el ciudadano cada día disfruta menos con esto porque la avalancha es y va a seguir siendo imparable y, desgraciadamente, son millones los españoles que no tienen cubiertas sus necesidades. Estamos ante el gran problema de este siglo y como otros de gran calado no valen posiciones ideológicas enfrentadas sino un pacto común y firme; ¿a quién no gusta ser bueno? Pero la responsabilidad del gobernante va mucho más allá y desde luego se elige un gobierno para que sea eficaz, no bondadoso. Es duro, la vida lo es.

Putas -y putos-"Me han metido un gol por la escuadra" aseguraba la ministra Valeria ante la aprobación de los estatutos del sindicato OTRAS -Organización de Trabajadoras Sexuales-. Políticamente resulta siempre muy, insisto, florido hablar sobre la libertad que tienen mujeres, o hombres, para hacer con su cuerpo lo que les plazca y la necesidad de la administración de protegerlas, o protegerles, incluso con el respaldo sindical. Pero ser puta, o puto, no parece una elección libre, cuesta creer que libremente cualquier persona termine en un descampado practicando una felación por equis euros y a un desconocido. Difícil proponer algo más repugnante. La obligación de un gobierno es dotar a esa persona de los mecanismos para que pueda elegir no tener que hacerlo, no de darle cobertura.

Dicho lo cual y metidos en faena, me llama la atención que en este caso nadie se ocupe de los putos. Hasta el nombre del supuesto sindicato les margina, convirtiéndoles así en el insecto que mora en la garrapata, clavada al chinche que cuelga del culo del mono. También llama la atención la postura de los grupos radicales feministas que, como en otros asuntos, resultan incongruentes para quienes tenemos claro que lo que ha de conseguirse es un sistema social y una educación orientada a la igualdad de derechos y oportunidades, de todos, hombres y mujeres; mujeres y hombres. 

En definitiva, el baile del serrucho es un fenómeno viral creado por Edgar Ramos en México, un comercial de Telcel que mientras danza con este himno para carpinteros simula que corta algo con un serrucho. Una estupidez soberana que en redes sociales está arrasando. Lo malo de la estupidez en estos tiempos es que se expande como la pólvora, bien es cierto que lo normal es que dure poco.

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