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El Puerto

Carlos Matallanas, un luchador que siempre sonreía

En su lucha contra la ELA nos hizo valorar aún más la vida. Un ejemplo de superación y un referente vital

Publicado: 09/03/2021 ·
19:03
· Actualizado: 09/03/2021 · 19:19
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  • Carlos Matallanas. -

Aún recuerdo ese domingo de verano cuando lo llamé por teléfono. Sonaba como futurible para fichar por el Racing Portuense. Sonaba a cercanía desde que tomó el móvil. Lo cogió su señora, “Carlos, es un chico de un periódico. Te llama”. Presto me contó su ilusión por jugar en el Cuvillo y enfundarse la camiseta. “Estoy en casa, en El Puerto”. No hizo falta nada más. Sabía que sería rojiblanco. “Estoy a la espera de llegar a un acuerdo”, me dijo. Le solté, “ojalá sea así”. Fue lo primero que me salió, destilaba tranquilidad y sonaba a futbolista diferente. No sé. 

Había que seguir escribiendo sobre él y llamé a unos y a otros para que me describieran quién era Carlos Matallanas. Lo reconozco, no sabía quién era ni de dónde venía. Me sonaba de la prensa deportiva. Descubrí que era su hermano. Al tiempo me enteré que también era periodista. Nada malo por cierto. Carlos nunca hizo nada mal.

Se confirmó su fichaje a los pocos días. En su presentación me dijo que había acertado en mi predicción en la misma sala de prensa que hoy lleva su nombre. Lo que no erré en reconocer es que era “distinto”. Me explico. Sabía leer entrelíneas y conocía perfectamente lo que se movía dentro y fuera del terreno de juego con una facilidad pasmosa.

Era prudente, atento, disciplinado, educado, correcto… Siempre estaba cuando lo llamaba. Un deportista fuera de lo común en su comportamiento. Lo dicho, distinto. Callado, sabía que no venía en la mejor época del club. No le importó. Fue un profesional de entre la descomposición que acuciaba al Racing. Era feliz, y se le notaba. Me tocó hacer toda la pretemporada y conocerlo algo más. Destacaba por su juego y por su envergadura. Y en ese 2013 fatídico, Carlos se lesiona y está fuera del equipo un tiempo. Ya después jugaría menos.

El Racing, mientras tanto, se apagaba hasta dejar de competir. La sonrisa, a pesar de todo, no se apartaría de él. Marcó el último gol con el Racing ante el Ceuta en el último partido disputado en el Cuvillo antes de dejar de competir. La tribuna se puso en pie y lo ovacionó. Era una despedida en toda regla y un reconocimiento a una temporada y una etapa para olvidar. En él se invirtió la imagen que describía el ocaso de la entidad. Todo se complicaría aún más. La maldita enfermedad se dejó sentir. Según él fue después de un entrenamiento cuando comenzó a sentirse extraño. Su fortaleza en su reconocimiento me afectó.

Un tipo tan fuerte físicamente y tan íntegro reconociendo lo que padecía y cuál sería su destino, como que era complejo de digerir. Y lo fue escribiendo, como hizo anteriormente en ese diario racinguista de lo que el equipo y él sentía por la inestabilidad que se venía encima. Encontraba siempre la palabra perfecta y el verbo adecuado para contarnos cómo se sentía.

He de reconocer que valoré aún más todo, porque a cualquiera nos puede tocar; de ser feliz y pleno a derrumbarse todo. Y él lo hizo con integridad y dándonos una lección de vida. Quise volver a contactar y a hablar con él. No pude. Lo deseé por amistad y por sacarle una entrevista, me fue imposible, me imponía.

Me quedo con esa charla de verano por teléfono, esa pretemporada por la provincia, con esa calidez que derrochó en esa primera entrevista y ese gol que celebró a lo grande. Después llegaron todos los reconocimientos a su lucha insaciable y las lecciones magistrales en forma de informes de fútbol. Hoy es un día triste por su adiós, pero mi sincero reconocimiento por una persona que demostró ser algo más que un futbolista: todo un ejemplo a seguir por su dignidad ante una enfermedad cruel en la que derrochó tal fortaleza y tal vitalidad que es todo un referente.

Grande Carlos, allá aprenderán de ti. No dejes de escribir nunca, escríbeles y enséñales que la vida en otra forma continúa; nosotros aquí ni podemos ni debemos olvidar todas las lecciones dadas.

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