La negativa del Ejecutivo del primer ministro, Abhisit Vejjajiva, se produce cuando la protesta de los camisas rojas se desinfla a causa del cerco militar al bastión rojo situado dentro del corazón comercial de Bangkok, las diferencias que sostienen los líderes del frente antigubernamental y la presión que hacen desde el opositor Partido Puea Thai que lo financia.
El extremo sur de la fortaleza está desierto y el silencio es tan grande que es la primera vez en muchas décadas que se oye piar a los pájaros en la confluencia de la calle Silom con la avenida Rama IV, que en circunstancias normales es una de las más congestionadas de esta metrópoli de casi 12 millones de habitantes.
La quietud es interrumpida sólo de vez en cuando por el estallido de algún petardo arrojado a la calle por un chiquillo que luego sale corriendo por miedo a la reacción de los soldados apostados frente a la empalizada.
Las carpas para alojar a los camisas rojas en esa zona que supuestamente ocupan, están vacías de personas pero no de moscas, que revolotean entre la abundante basura y las cajas de cartón con comida donada días atrás a la gente del campo que protestaba.