Según Chamizo, la “indefinición municipal” mantiene en Sevilla una situación “lamentable”, en la que proliferan ‘mini botellones’ por doquier en diferentes barrios, los cuales son fuentes de conflictos y generan problemas de seguridad y limpieza en los que incluso menores ingieren grandes cantidades de alcohol “bajo la mirada tolerante” de la Policía Local y Protección Civil.
Para tratar de comprender por qué, al igual que el famoso lema turístico referido a España para promocionarla en el extranjero, Sevilla “is different”, hay que remontarse a la génesis y aprobación de la ley 7/2006, de 24 de octubre, sobre potestades administrativas en materia de determinadas actividades de ocio en los espacios abiertos de los municipios de Andalucía, más popularmente conocida como ‘ley anti botellón’ o ‘anti botellona’, que fue aprobada en el Parlamento andaluz en tiempos de Evangelina Naranjo como consejera de Gobernación, con los votos favorables del PSOE, la abstención del PP y el rechazo de IU y PA por considerarla “represiva”.
Prohibición total
La ley, tal como figura en su exposición de motivos, era la respuesta de las autoridades, tras años y años de polémicas, enfrentamientos y hasta análisis sociológicos, al fenómeno o costumbre de la masiva ingesta de alcohol en la calle por miles y miles de jóvenes de la ‘movida’ que, aparte de vulnerar habitualmente el derecho al descanso del vecindario afectado, provocaba problemas añadidos que han sido recordados de nuevo por el Defensor en su informe al Parlamento: comas etílicos, accidentes de tráfico, lesiones, robos, agresiones sexuales y hasta asesinatos.
La norma trata de evitar las desfavorables repercusiones de estas nuevas manifestaciones del ocio que afectan a la normal convivencia en las ciudades y faculta a los Ayuntamientos para la adopción de controles administrativos “en orden a que el nuevo modo de relación de este segmento de la ciudadanía que opta por esta forma de ocio se desarrolle adecuadamente”.
El artículo clave es el tercero, que prohíbe “la permanencia y concentración de personas que se encuentren consumiendo bebidas o realizando otras actividades que pongan en peligro la pacífica convivencia ciudadana fuera de las zonas del término municipal que el Ayuntamiento haya establecido como permitidas”.No hay lugar a equívocos: queda totalmente prohibida la ingesta de alcohol en la calle salvo allí donde expresamente el Ayuntamiento lo autorice, lugares que antes de ser definidos, en Sevilla fueron ya bautizados como ‘botellódromos’.
En su momento, incluso antes de la aprobación de la ley, el Ayuntamiento entonces presidido por Monteseirín a lo largo del periodo de auge de las botellonas (1999-2011) pensó como potenciales ‘botellódromos’ en la ribera del Guadalquivir colindante con Los Remedios -idea que provocó la airada respuesta del barrio y del PP, que tiene allí su mayor feudo electoral- y, posterior y definitivamente, en la banqueta de la Expo-92, en el entorno de la isla de la Cartuja y el cauce vivo del río.
Otros vetos
Esta prohibición tajante de beber en la vía pública salvo excepciones -espacios autorizados de los establecimientos de hostelería y ocio; la Feria durante su celebración y en su recinto de Los Remedios; verbenas populares y veladas; fiestas y eventos turísticos…-, se acompaña de medidas complementarias como:-Que los comercios dispensen bebidas alcohólicas fuera del horario establecido para la venta, aun cuando se hayan pagado antes de esa hora límite.
-Aprovisionar de bebidas para su consumo en la calle mediante encargos realizados por vía telefónica, mensajería, telemática o cualquier otro medio.-Arrojar o abandonar fuera de los contenedores de basura los envases y restos de bebida.-La realización de necesidades fisiológicas en la calle o fuera de los servicios habilitados a tal efecto.
En su informe-balance al Parlamento andaluz, Chamizo dice que de las veintisiete ciudades analizadas, dieciséis han optado por habilitar ‘botellódromos’ para la movida juvenil y once han ratificado la prohibición de celebrar botellonas en cualquier vía pública.
Queda el caso especial de Sevilla, donde el fenómeno subsiste e incluso evoluciona para adoptar nuevas formas pese a no haberse habilitado ‘botellódromo’ alguno.
Estrategia deliberada
El Defensor del Pueblo Andaluz lo atribuye a una “errónea” interpretación de la ley por el gobierno local de Monteseirín, el cual llegó a prohibir las botellonas sólo en determinados puntos del casco histórico y en las zonas acústicamente saturadas, es decir, lo contrario de lo estipulado por la ley, que obliga a especificar dónde se puede beber y no dónde no se puede, puesto que la norma prohíbe por definición la ingesta de alcohol en cualquier vía pública.
Pero, al contrario de lo que cree Chamizo, no se ha tratado de una “interpretación errónea”, sino de una deliberada -y ésa es la diferencia- interpretación aparentemente errónea para así no perjudicar los intereses electoralistas del entonces alcalde del PSOE, hasta el punto de que esa estrategia fue apoyada en discusiones con periodistas por el equipo de la consejera Evangelina Naranjo, la impulsora de la ley ‘anti botellón’ y significada miembro del sector crítico del PSOE encabezado por Monteseirín.
El entonces alcalde ha suscitado tal grado de rechazo en la opinión pública sevillana a lo largo de sus doce años de mandato que jamás obtuvo un aprobado a su gestión en los numerosos sondeos que se publicaron en prensa en todo ese tiempo.
Hasta en sus encuestas más confidenciales, los estrategas socialistas constataban con asombro cómo Monteseirín no tenía la simpatía de sus propios correligionarios y votantes del PSOE, por lo cual siempre debió gobernar en coalición con otra fuerzas políticas -primero, los andalucistas del PA; luego, los izquierdistas de IU-CA- al no obtener nunca una mayoría absoluta.
Monteseirín aparecía generalmente suspendido por casi todos los conceptos y grupos de edad salvo por unos grupos muy determinados: los jóvenes que hasta frisaban los 30 años, o sea, quienes en su mayor parte organizaban las botellonas en Sevilla, de ahí que en su época el exalcalde nunca les aplicara la ley ‘antibotellón’ y, además, hiciera campaña entre la clase política para que se rebajara la edad de votar en las elecciones a los 16 años en lugar de a los 18, sin reparar siquiera en lo dispuesto por la Constitución a tal efecto. Cuanto más ampliara la base del voto juvenil, más posibilidades veía para su siempre incierta reelección, dependiente de pactos con terceros.
El ‘Botellódromo’
En materia de movida juvenil, su política, al fracasar la licitación de un ‘botellódromo’ en La Cartuja -primero, el terreno elegido resultó que no era de propiedad municipal; segundo, ningún empresario del ramo de la hostelería vio rentables las condiciones del pliego elaborado por el Ayuntamiento-, fue la de extender la especie entre la juventud de que estaban toleradas las botellonas en torno a las discotecas que habían ido surgiendo en los polígonos industriales del extrarradio, con el fin de alejarlas del Centro y de otros lugares donde entraban en conflicto con los vecinos, tales como Los Remedios, Reina Mercedes y las orillas de la dársena.
Tras fracasar la opción del ‘botellódromo’ denominado ‘Seviocio’ y no existir ningún espacio autorizado, la conclusión del Defensor del Pueblo es que existe una prohibición ‘exlege’ para la celebración de botellonas en todo el término municipal, si bien en la práctica aquéllas “siguen siendo una realidad todos los fines de semana en numerosos puntos de la ciudad”.
Esta ha sido la situación heredada por Zoido, el cual, sin embargo, se ha mantenido en la misma indefinición que Monteseirín y dejado el ‘statu quo’ preexistente si bien con un mayor intervencionismo de la Policía Local -más de 3.000 multas impuestas- pero sin atacar a fondo el problema y siempre como reacción a las protestas de los vecinos afectados.
Nuevos fenómenos
La situación ha degenerado hasta tal punto que según la información recabada por Chamizo ha surgido un nuevo fenómeno en Sevilla: el denominado ‘botellón after hours’, que concentra en las mañanas de los sábados y domingos a “la juventud superviviente de los botellones nocturnos y que se resiste a poner fin a su jornada de ocio”.Chamizo dice en su informe que en privado los nuevos responsables del Consistorio le han expresado su intención de “erradicar” la botellona.
Pero el tiempo va pasando -Zoido va ya camino de los ocho meses en la Alcaldía- y con la llegada de la primavera se multiplicarán las concentraciones juveniles y pondrán a prueba la voluntad “erradicadora” de un gobierno cuyos integrantes, cuando estaban en la oposición, fueron quienes inventaron el despectivo término de ‘botellódromo’ para desautorizar las iniciativas frustradas de Monteseirín.
Ahora, cuando están en el Poder y sin haber dado un paso en ese sentido para no contradecirse a sí mismos, a los ediles gobernantes sólo les queda la opción policial para cumplir la promesa realizada al Defensor del Pueblo, justamente la más impopular en una Democracia, aunque el alcalde, juez al fin y al cabo, siempre podrá decir eso de ‘dura lex, sed lex’.