¿Hay dos Españas? Machado lo tenía claro: una ha de helarte el corazón. Claro que el gran poeta sevillano, víctima del roce inmisericorde entre esas dos Españas, también decía que en el amor todo locura. Pienso hoy en él cuando vemos que la crispación política llega a las calles y se han eliminado los puentes de concordia que construimos juntos con aquella transición imperfecta que al menos alumbró una Constitución que ha impedido que volviéramos a aquella vieja aspiración española de hacer política contra la mitad de la población. Bismark dijo que el país más fuerte del mundo era el nuestro, porque llevaba siglos intentando destruirse pero, hasta la fecha, no lo había conseguido. Ahora es todo locura. Más que amor. Hay familias y grupos de amigos en las que ya no se habla de política, no vaya a ser que se acabe la conversación con amargura. La conversación pública tampoco da para más. El Gobierno es legítimo y también es legítimo que se le critique, cómo no, y que esa desafección hacia Sánchez se manifieste en la calle, faltaría más, a ser posible sin excesos verbales ni violencias, que de eso, de avivar hogueras, sabemos mucho por aquí. Málaga ha sido el escenario de varias de esas manifestaciones y, aunque el dulce sol de noviembre atempera en algo la crispación interior, esa que crece y se desborda y no se detiene ante nada, todo alrededor de uno es comentario sobre lo que sucede aquí y en Madrid y nadie sabe bien cómo va a acabar la cosa. En los periódicos de derechas se descoyuntan algunos columnistas hablando, incluso, de golpe de estado. En la acera contraria, la aquiescencia es la norma y el encaje constitucional del vale todo, la obsesión. Parece que hemos dejado de ser imparciales y que ahora tomamos partido por lo que fuimos, más que por lo que podemos ser. Mal harían algunos en dejar de ver que hay muchísimos españoles cabreados y otros, en no tratar de reconducir la situación tendiendo puentes entre las orillas alejadas de lo que alguna vez ha sido un mismo río. El problema de España lo llamaban los noventayochistas, y aquí seguimos, sólo que hoy Unamuno, Machado, Maeztu o Azorín son sólo ecos eternos en la madrugada que ahora eclosiona. No sé por dónde saldremos. Ni siquiera entiendo bien, en toda su magnitud, el calado de los tiempos que vienen. Pero parece que van a ser interesantes. Líbreme de ellos el Señor, que decía una vecina.
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Hay familias y grupos de amigos en las que ya no se habla de política, no vaya a ser que se acabe la conversación con amargura
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En mis columnas hablo de la Málaga que fue, de la que es y, a veces, de la que será
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