En septiembre cumplirá 33 años, la edad de Cristo, y también ha vivido su propio calvario. De hecho, su vida se podría resumir en un carrera de obstáculos, algunos tan gigantes que parecían insalvables, donde la meta se antojaba tan lejana que a veces daban ganas de tirar la toalla. Pero no, María no se rindió, a pesar de perder la inocencia antes de tiempo y madurar antes de lo aconsejable. Costó, pero llegó a la meta. Esta es la historia de una valiente que sólo buscaba ser ella. Esta es la historia de un sueño cumplido: ser María.
Año 1981. María viene al mundo en un entorno rural y agrario, en el municipio onubense de La Zarza. En cuanto empieza a tener uso de razón, ve que algo no encaja, aunque aún no es capaz de ponerle nombre. Siempre prefería estar con sus hermanas que con sus hermanos, y los recuerdos del día de Reyes no le dibujan una sonrisa en su cara al recordarlos, ya que sus Majestades de Oriente nunca acertaban. “No entendía por qué los Reyes le traían muñecas a mis hermanas, y a mí un balón o un carro de los indios, cuando lo que yo quería era muñecas”, explica a Viva Huelva.
Así pasaron los años, “sin saber lo que me pasaba, sólo que estaba en un cuerpo equivocado, pero no entendía por qué me gustaba vestirme de niña, por qué hacía pipí sentada o por qué sólo quería jugar con los juguetes de mi hermana”.
Con tan sólo cinco años, tiene que sufrir su primera humillación pública, la primera de muchas. “Jamás se me olvidará que un día, en parvulito, llevé una muñeca al colegio, y todos los niños desde la fila empezaron a llamarme ‘mariquita’. Eso me marcó para el resto”.
Sin embargo, la lucha de María, entonces con nombre de varón, no era la de entender su sexualidad y reconocer su homosexualidad. No, María tenía que convivir y descubrir otra realidad aún más desconocida e incomprensible en esa época, la transexualidad. Su único ‘pecado’ fue nacer en el cuerpo equivocado, y expiar ese ‘pecado’ le costaría sangre, sudor y lágrimas.
Su paso por el colegio se puede resumir en episodios de aislamiento, soledad y discriminación. La situación mejoró cuando pasó al instituto en Calañas. “Allí sufrí discriminación por parte de algunos alumnos, pero me sentí muy arropada por el claustro de profesores, por la orientadora y por muchos compañeros”.
En casa la situación era bien distinta. Los padres no eran capaces de entender lo que le pasaba, sin embargo, eso no fue obstáculo para que María tuviera muy claro que algún día cumpliría su sueño de ser una mujer. “Con 12 años vi por primera vez a una actriz, Bibiana Fernández, y me hizo ver que mi problema tenía solución, era el espejo en el que miraba”.
Con 15 años tenía “clarísimo” que algún día se realizaría la operación de reasignación de sexo, y un año después se plantó sola en el ambulatorio Virgen de la Cinta de Huelva para hablar con un endocrino. Otra decepción, ya que el médico le dijo que no podía hacerse el tratamiento hormonal.
Pero en vez de desmoronarse, María encontró apoyo en una sanitaria de La Zarza. “Me ayudó muchísimo, se informó, me asesoró y me puso en contacto con un médico de Sevilla que venía al pueblo. Fue él el que me informó de que se había creado una unidad en Málaga”.
Se trata de la Unidad de Trastorno de Identidad de Género (UTIG), con sede en el Hospital Regional de Málaga, que en el año 2000 recibe el primer informe sobre María, que ya había pasado por el psicólogo de su comarca. María ya ha encontrado su tabla de salvación, el tratamiento que le permitirá vivir en paz con su cuerpo, pero eso vale dinero, pues aunque se trata de un tratamiento cubierto por el Servicio Andaluz de Salud (SAS), los traslados mensuales a Málaga tenían un coste.
Por eso, tras terminar la ESO, “empecé a trabajar en lo que salía, en el campo, en los albañiles con mi padre...” En 2002 comenzó los tratamientos hormonales, y tres años después, volvería a nacer. El 15 de septiembre de 2005 está grabado en la mente de María como “el más feliz de mi vida”. Ese día se sometió a la operación de reasignación de sexo. Ese día nació María Pachón Monge. “Fue una gran satisfacción, gané en seguridad, me sentía más fuerte para tolerar los insultos y que las cosas no me afectaran tanto”, relata esta joven con alma de luchadora, que sin darse cuenta derribó otro gran muro, ser la primera mujer transexual en el Ejército español.
María ingresa en 2006 en un mundo de hombres, pero curiosamente, el primer rechazo vino por parte de sus compañeras. “Estuve casi un año sola en una habitación porque ninguna compañera quería dormir conmigo, hasta que una dio el primer paso, y ya lo dieron las demás”. A pesar de que los comienzos no fueron fáciles, ya que “los primeros días me sentía como un bicho raro, porque todos me miraban”, la situación se ha normalizado. Ahora está destinada en Madrid, y compagina su trabajo en el ejército, donde realiza labores administrativas, con sus estudios, ya que su objetivo es estudiar Derecho, y seguro que lo consigue, porque su espíritu es luchador.
Tiene sólo 32 años, pero muy vividos y “muy duros”. “Esto se lleva con mucha fuerza interior que no sé ni de donde la saco, a veces no me queda, porque he luchado tanto en esta vida para tener una vida normal, para no sentirme un bicho raro como me han hecho sentir tantas veces...”
Por eso, sólo pide una cosa a la ciudadanía: “Que sean empáticos, que se pongan en mi piel, en nuestra piel, y nos entiendan y respeten; el respeto es la clave de todo”.
Unidad de Trastorno de Identidad de Género de Andalucía
La atención integral a las personas diagnosticadas de transexualidad se incorporó al sistema sanitario público andaluz, a instancias del Parlamento, en octubre de 1999. Ese fue la tabla de salvación para María y para muchos más.
El Hospital Regional de Málaga es la sede de la Unidad de Trastorno de Identidad de Género (UTIG) que presta cobertura a Andalucía, la primera que se puso en marcha en el sistema público de salud a nivel nacional.
La UTIG fue creada para dar atención integral a las personas con disforia de género, lo cual exige un estudio riguroso y una evaluación exhaustiva de todo paciente que solicite ser atendido, siguiendo las recomendaciones internacionales que indican que, en cada caso, debe evaluarse el beneficio o no, de cualquier tratamiento hormonal o quirúrgico.
La unidad inicia su actividad en octubre de 1999. Desde el mes de marzo del año 2000, en el que se lleva a cabo la primera intervención quirúrgica, se han realizado un total de 474 procedimientos de reasignación sexual.
La atención integral a los pacientes de la UTIG conlleva un proceso complejo y largo en el tiempo, en el que intervienen diversos especialistas. Así, la unidad está formada por un equipo multidisciplinar compuesto por profesionales de los servicios de Endocrinología, Salud Mental, y Cirugía Plástica y Reparadora, siendo necesaria, además, la colaboración de especialistas de los servicios de Cirugía General y Digestiva, Ginecología y Obstetricia, Urología, Reumatología, Radiología y Análisis Clínicos.