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Gibraltar era el gran bazar

Los productos procedentes de Gibraltar eran muy demandados y los había para todos los gustos desde el tabaco y las prendas de vestir hasta deliciosas golosinas de las que se solían acopiar los visitantes a nuestra ciudad.

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  • En la calle Juan Morrison se asentaban gran número de comercios de venta de artículos de importación. -
Existían muchos negocios en especial en la zona baja de la ciudad, próxima a la plaza de abastos, dedicados a la venta de artículos de importación, por llamarlos de alguna manera, que en su mayoría procedían de trueques por lo general fraudulentos que se hacían por muchas personas que viajaban hasta Gibraltar y que necesariamente no tenían por qué trabajar en la Roca y que aprovechaban el viaje para ganarse algunas pesetas, tan escasas por aquellas fechas.

La mayoría de los comercios abiertos al público respaldaban sus ventas con certificaciones aduaneras de artículos que habían adquirido en subastas completamente legales. Obviamente las certificaciones les servían como tapaderas para tener en lugar de diez artículos hasta cien siempre de las mismas características de los que figuraban en el documento.

Pero también pululaban muchas casas situadas en pequeños patios que recibían una nutrida clientela a la que por supuesto lo que menos le interesaba era la procedencia de la mercancía y sólo aprovisionarse de una serie de objetos que no podían adquirir en sus lugares de origen, donde la escasez de aquellos productos era evidente.

Aún recuerdo un comercio de gran prestigio en el ámbito del contrabando y cuyo nombre no voy a citar por razones obvias, que tenía un sofisticado sistema de escamoteo de habitaciones con paneles deslizantes que las ocultaban por completo y que constituía por entonces un boom en lo que a burlar las intervenciones de la Guardia Civil se refiere.

Allí se vendían desde transistores tamaño ladrillo, relojes de todas las marcas, hasta las archifamosas faldas a cuadros García y jerseys Dombros, prendas muy demandadas y que se distribuían en cantidades industriales. Se llegó a decir que era tal la cantidad de estos artículos que se vendían que era imposible que todos procediesen de Gibraltar, especulándose con que la mayoría de las faldas tenían su procedencia en Tarrasa, pero que venían con etiquetas y sellos como si procediesen de la misma Escocia.

Los relojes más demandados eran de la marca Cauny y Dogma y aquellos que querían hacer un regalo excepcional se valían de la firma Cyma catalogada en aquellos tiempos como una de las más famosas de Suiza.
Debido a la precaria situación de Posguerra en España, que se prolongó hasta mediados los años cincuenta, uno de los productos que circulaban muy a menudo eran las pastillas de sacarina, a lo que había que unir el café, el azúcar y la mantequilla, así como los cuarterones de tabaco de picadura para liar del Cubanito y de Monte Cristo. Recuerdo un tabaco negro que solía fumar mi padre y que venía liado en un papel muy basto y que se conocía con el nombre de Colón que más tarde era reliado en aquellos librillos comprados en el estanco de Zigzag o de Bambú.

Los más pudientes y pijos adquirían un tabaco rubio de la marca Graven A que se envasaba en unas latas de color rojo que tenían en su frontal un gato negro. Constituía todo un lujo el fumemio que también se vendía en todos los carrillos de chucherías suelto, para de esta forma poder hacerlo llegar a la mayoría del público.

Los tofis y la chingua Bazzoka constituían la delicia para los más pequeños, así como el chocolate que se solían agotar en especial en los domingos en los que el Algeciras C.F. jugaba en casa y nos visitaban aficionados de otros ciudades alejadas de la comarca que venían predispuestos a hacer un gran acopio.

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