España está gobernada por un partido que no se ha controlado nunca a sí mismo, robando a todos los españoles desde sus cargos públicos. Un Gobierno que no mete mano al gran número de evasores fiscales que tiene y que podrían solucionar el problema de la caja de pensiones que se vacía. Pero no, aquí se tiran los duros y se persiguen las pesetas.
Es a los jubilados a quien el Gobierno español controla exhaustivamente. Les hace pasar por las entidades bancarias donde tienen domiciliadas sus pensiones periódicamente para constatar que siguen vivos. Actúan como buitres recordándoles que les queda poco tiempo de vida. Me parece un proceso totalmente degradante que va contra la dignidad de las personas. Les envía, a través de los bancos, unas cartas a casa, llamándoles a presentarse bajo amenaza de quedarse sin pensión. Todo eso a pesar de que gran parte de los pensionistas acuden personalmente cada mes a las oficinas bancarias para cobrar y los que trabajan allí ya les deben conocer porque el número de personas que se pasa por el banco ya es mínimo, la mayoría opera por los cajeros o internet.
¿Actualmente es necesario esto para combatir el fraude del cobro por pensionistas muertos? No, el ministerio de Empleo y Seguridad Social recibe del Ministerio de Justicia los datos al día de los decesos. Resulta prácticamente imposible que esto ocurra. ¿Por qué se hace entonces? ¿Por qué se obliga a las personas mayores a demostrar que no están muertos para prevenir un fraude que no puede producirse? ¿Se necesita este doble control? Más bien parece un abuso contra un colectivo que vive continuamente amedrentado después de haber contribuido a la Seguridad Social durante toda su vida activa.
Cualquiera puede morirse de un día para otro, los que tienen cuarenta años y cobran una pensión vitalicia por cargo público, también. Mejor sería controlar a estos por si están ejerciendo actividades paralelas por las que no cotizan, antes que a los pensionistas.
Los pensionistas no son unos privilegiados, ni un grupo bajo sospecha, tampoco sus hijos aunque hayan tenido la desgracia de sufrir un desahucio o quedarse en paro. ¿En qué clase de país vivimos que ve con normalidad estas prácticas? De seguir así, como cada vez hay menos oficinas bancarias, se les colocarán unas tobilleras como a los presos para detectar el último latido.