La Orden de Predicadores de Santo Domingo denunció este jueves en la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía la desaparición de una imagen de Pío V realizada en el siglo XVIII por el conocido escultor Diego Roldán.
La imagen -de unos 70 centímetros de longitud- se integraba en el retablo de la capilla que ocupa Nuestra Señora del Rosario y tiene un notable valor histórico y artístico.
La ausencia de esta pequeña escultura fue detectada a primera hora de la mañana por fray Francesc Xavier Catalá, que en un primer momento pensó que pudiera haber sido retirada con algún motivo justificado.
Sin embargo, poco después la comunidad llegó a la conclusión de que había sido sustraída, lo que le llevó a interponer la correspondiente denuncia.
El hermano mayor de la Hermandad del Rosario, Juan Francisco Carrión, aseguró que tanto la corporación que preside como la comunidad dominica se encuentran “absolutamente desoladas” tras lo ocurrido, mostrando su confianza en que la investigación policial pueda deparar buenas noticias en los próximos días.
Pero más allá del futuro que aguarde a esta imagen, lo cierto es que Carrión tiene claro que será necesario instalar cámaras de seguridad en la capilla del Rosario dada su cercanía a una de las puertas de acceso a la iglesia de Santo Domingo. “Es algo que ya nos estábamos planteando porque no es la primera vez que ocurre algo así, pero siempre lo habíamos aparcado por unos u otros motivos”, admitió.
De hecho, recientemente la hermandad comprobó cómo le habían “reventado” un cepillo e incluso hace algún tiempo desapareció del templo una imagen del Sagrado Corazón, aunque en este caso sin valor histórico ni artístico ya que fue realizado en serie.
Juan Francisco Carrión lamentó por último los hechos, que esta vez afectan además a una corporación cuyos miembros están además “trabajando como locos” por conservar su patrimonio.
No en vano, esta hermandad se encuentra inmersa en la restauración del templete de la Virgen del Rosario, una obra de orfebrería realizada por el jerezano Manuel Mariscal a finales del siglo XVIII. El mal estado del templete impide incluso que pueda salir a la calle.