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La escritura perpetua

Los cafés

La obra teatral ’La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco’, de Max Aub, consiste en una sosegada y sensacional reivindicación de aquellos cafés

Publicado: 28/12/2023 ·
11:12
· Actualizado: 28/12/2023 · 11:12
  • La obra teatral.
Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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Los cafés. Los viejos y queridos cafés. Donde se iba a “pegar la hebra”, como escribió Miguel Delibes. En los que César González Ruano solicitaba “recado de escribir” (pluma, tinta y papel) para hacer el artículo del día. Francisco Umbral escribió: “De los cafés salieron Larra, el 98, Darío, el 27, Azaña y la República”. La obra teatral ’La verdadera historia de la muerte de Francisco Franco’, de Max Aub, consiste en una sosegada y sensacional reivindicación de aquellos cafés que latían con la conversación de los clientes, locales que giraban en torno a las palabras y al sonido de las cucharillas en una rutina diaria de diálogo y de encuentro. Pero esta función es, sobre todo, una irónica, honda y dolorida reflexión sobre la forma de ser de los españoles. Se trata de una versión convertida en monólogo teatral de un cuento de 20 páginas de Max Aub, elaborada por José Ramón Fernández, que se ha representado en el madrileño Teatro del Barrio y ahora está de gira. Es la vida de un ‘mesero’, así se llama en México a los camareros, Ignacio Jurado Martínez, que pasa feliz el día trabajando sin descanso en el Café Español de Ciudad de México, de la cocina a las mesas y entre su casa y el lugar de trabajo. Prudentemente “mete cuchara” en alguna conversación, pero sobre todo escucha: para aprender. Hasta que un día el café se llena de españoles llegados del exilio tras la Guerra Civil. “Esos españoles gritones y discutidores son para mí como un Ejército de ocupación”, exclama. Discutían. Chillaban. “¡Camarero!”. Los socialistas de Negrín no se hablaban con los socialistas de Largo Caballero. Los anarquistas de una facción ignoraban a los anarquistas de otra facción. Todos aferrados a una esperanza: “Cuando caiga Franco”. Pero transcurren 20 años, Franco ahí sigue, y también el griterío en el café. El ‘mesero’ decide viajar a España para matar a Franco.

El veterano Alfonso Torregrosa cuaja una interpretación colosal, con su vozarrón lleno de registros, al que añade matices de acento mexicano. Fieramente humano en su desolación. Llena el escenario sentado en una mesa del café, rodeado de un círculo de serrín, allí, solo, palabra y actor, y provocando una emoción que alcanza al público. Hay cierto tono de realismo mágico, pero es que los españoles vivimos permanentemente en una especie de realismo mágico imperecedero. Vociferantes. Disconformes. Enfrentados unos con otros. La obra es una de esas joyas teatrales que no se olvidan, que se quedan adheridas a la memoria. Una perla.

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