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Lo que queda del día

Menos pantallas y más lectura

La Fiscalía Superior de Andalucía ha alertado del aumento de delitos contra la libertad e indemnidad sexual cometidos por menores en el último año

Publicado: 21/09/2024 ·
11:55
· Actualizado: 23/09/2024 · 13:45
  • Un niño con un móvil. -
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

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Llaman a la puerta. Una mujer en albornoz, con el pelo envuelto en una toalla y con una taza de café en la mano sale a abrir y se encuentra con un hombre y una mujer desnudos en su porche. Se presentan. Han venido a ver a su hijo pequeño porque suele ver sus películas porno en internet. La madre, cariacontecida, da una voz a su hijo, y les pregunta que cómo lo hace: “usa el portátil, el ipad, la play, su móvil, el de usted...”, le enumeran. Después le explican que normalmente actúan para adultos, “pero su hijo no lo es, y no debe saber cómo funciona una relación real. No hablamos de consentimiento, nos limitamos a darnos caña de la buena, y nunca actuamos como en la vida real”.

De pronto, el pequeño aparece al fondo del pasillo con el portátil en una mano y el plato del desayuno en la otra. El chico se queda petrificado y deja caer el plato al suelo. Los actores se dirigen de nuevo a la madre y le piden que se calme, porque sabe “exactamente lo que debe hacer”: hablarle sobre “lo que ve en la red y las relaciones en el mundo real”. El sketch finaliza con una voz en off que advierte de que muchos jóvenes están usando la pornografía para aprender sobre el sexo, y les invitan a acceder a un portal gubernamental que ofrece ayuda e información al respecto.  

El vídeo se ha viralizado esta semana, aunque data de 2020 y forma parte de una campaña de seguridad online impulsada por el gobierno de Nueva Zelanda. La web Infoveritas ha desmentido que se trate de actores porno reales y que sea un spot reciente. Gracias, pero el orden de los factores no altera el producto. Lo importante es la oportunidad del mensaje, su trascendencia, su encaje en la realidad y que haya llegado a millones de personas, entre ellas -es inevitable- muchos adolescentes y menores, en la misma semana en que la Fiscalía Superior de Andalucía ha alertado del aumento de delitos contra la libertad e indemnidad sexual cometidos por menores en el último año, “fruto del consumo excesivo que este colectivo hace de las redes sociales y, en particular, de las páginas de pornografía”.

En su memoria anual, la Fiscalía dedica un capítulo específico a este asunto y aboga por una “actuación preventiva, basada en la formación de padres y menores sobre los riesgos que las redes suponen”, precisamente, lo que alienta la campaña neozelandesa de hace cuatro años; e incluso considera necesario afrontar una regulación “que limite el libre acceso de menores a contenidos inadecuados y pornográficos”.

Yo procedo de una generación en la que el porno era lo más parecido a un producto de estraperlo. En el instituto, alguna mañana aparecía orgulloso un compañero porque había conseguido un ejemplar del Lib, y todos acudíamos excitados a su encuentro como si hubiese conseguido las preguntas del próximo examen de historia, pero tampoco necesitábamos que alguien nos explicara que aquellas composiciones eróticas y sus ridículas contextualizaciones formaban parte de una ficción adulterada y con un único propósito que dejo a la imaginación de cada cual.

No digo que aquellos adolescentes fueran mejores que los de ahora; de hecho, estoy convencido de que cada generación es mejor a la anterior, o dispone de mejores medios para serlo, para contribuir a serlo. Se trata de corregir lo que impide hacerlos mejores. Esta semana, los premios nacionales de fin de carrera de nuestro país han trasladado al gobierno un documento con sus propuestas para conseguirlo en el ámbito educativo, y una de sus primeras conclusiones pasan por limitar las pantallas en clase y fomentar más la lectura.

Hace más de una década, a la vuelta de Londres, un amigo me comentaba admirado: “Allí leen hasta las estatuas”. En el metro, entre parada y parada, todo el mundo abría un libro o un periódico. Ahora sacan el móvil para chatear por whatsapp o ver vídeos de tik tok, donde el populismo ha aprovechado para extender sus redes. Dudo que eso nos haga mejores, sólo más (o mal) entretenidos. 

 

 

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