La que tenemos liada con el aceite de oliva tiene tela. Por supuesto que sabrán de lo que les hablo, porque, aunque las crónicas del descuartizador de Tailandia primero, y de lo de Rubiales después, hayan monopolizado toda la atención informativa de este país, aquí abajo, de lo que pasa con el aceite de oliva nos enteramos. ¡Y como para no enterarse, siendo el aceite de oliva la base de nuestra dieta, ya sea para el gazpacho o para la tostá diaria que nos zampamos, con ajo o no, según el gusto del que se la meta entre pecho y espalda!
Y es que entrar en una tienda de confianza y ver el litro de virgen extra a 11 pavos, teniendo como tiene el producto un IVA que se redujo este año a la mitad, pues como que da que pensar en que no hay aceite para ahogar a tanto chorizo. Y ya uno se entera de que ese mismo aceite se vende en otros países europeos -que no son productores-, a la mitad, pues como que se le revuelve a uno el estómago y le dan ganas de partir cosas.
Que para todo hay una explicación oiga, y que si la sequía, que si los extranjeros tienen otra demanda y compraron la producción antes… y por supuesto la archiconocida máxima del empresariado “emprendedor” de este país que nos dice que les faltan ayudas... para todo tienen salida. Y que nada, que se guarde usted las ganas de embestir como un cabestro cualquiera, porque esto no es culpa de nadie, así que o abandonamos la dieta mediterránea o empezamos a echar aceite de orujo a la ensalada.
El caso es que el aceite que, justamente ahora, se nos ha puesto tan prohibitivo como la gasolina, proviene de la cosecha del año pasado, en la que la campaña, si bien fue reducida, no fue tan extraordinariamente mala como para justificar estas subidas. La sequía actual anticipa un próximo año complicado, sí, pero eso será para 2024, y no para ahora, con lo que, cualquiera con dos dedos de frente llega a la evidencia de que se está especulando con una futura cosecha que se prevé limitadísima, y se está acaparando para vender el aceite a precio de oro.
Pero nada pasará, que aquí sabemos mucho de carestía en tiempos peores y a los especuladores jamás se les tose desde el poder. Y hasta que no despierte la gente seguirán haciendo lo que quieran con nosotros como dóciles animales que van al matadero sin ser conscientes de que, con un poco de coraje, las cosas podrían ser bien distintas. Mientras tanto, piensen ustedes que el desayuno del futuro, más que con aceite y ajo, se lo tomarán ustedes con ajo y agua.