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Tranvía por árboles

Muñoz y Espadas han querido terminar el “sueño de Monteseirín” sin Monteseirín

Publicado: 09/10/2023 ·
20:57
· Actualizado: 09/10/2023 · 21:02
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  • Obras de ampliación del tranvía. -
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

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Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Muñoz y Espadas han querido terminar el “sueño de Monteseirín” sin Monteseirín. Se empeñaron, como su predecesor, en dilapidar el dinero de la ciudad para imponer un tranvía de ningún sitio a ningún lugar, querrán dejar recuerdo de su paso al más puro estilo “Eróstrato”, aunque para ello hayan tenido que eliminar varios miles de árboles que ya no pueden rebajar la temperatura ni purificar el aire que respiramos. Porque los árboles tragan el CO2 con el que, entre otros elementos, se envenena a la naturaleza por las personas y los vehículos de combustión. Y nos devuelven el oxígeno, imprescindible para respirar. El tranvía expulsa calor a la atmósfera, nada bueno para la salud. Pero el calor sólo alcanza a ser peligroso en exceso y es ampliamente superado por la contaminación asociada a la producción de energía, todavía basada principalmente en elementos fósiles. La contaminación producida por el tranvía es inferior a la de los vehículos de combustión, pero es notoria y a ello deben sumarse la lentitud propia del transporte en superficie, y las necesarias detenciones, más la falta de producción de oxígeno al faltar miles de árboles en su recorrido.  

Muchas veces se ha denunciado el despilfarro en el tranvía de dinero que podría haber sido invertido en otorgar algún beneficio a la ciudad como por ejemplo limpieza, enseñanza, fomento de la creatividad, ayuda al emprendimiento y un largo etcétera, pero la sordera de sus administradores y, en este caso también los técnicos que han demostrado estar a su servicio antes que al de los habitantes, se ve que son de los que confunden “representatividad” otorgada por los electores con libertad absoluta para sufragar su capricho o su propia necesidad, por encima de la ciudad y la ciudadanía. Pues la distancia entre el apeadero de San Bernardo a la estación de Santa Justa la cubre en dos minutos el cercanía que también es subterráneo.

 

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