La tendencia al uso prematuro de cosméticos entre las más jóvenes, conocida como "cosmeticorexia", está generando una creciente preocupación. Productos como cremas con ácido hialurónico, tónicos, sérums, y otros diseñados para modificar la apariencia, como aquellos que aportan volumen a los labios o cambian el color de los ojos, están viendo un incremento en su demanda entre un público inusualmente joven. Este fenómeno no solo ha abierto un nuevo nicho de mercado para las marcas de belleza, sino que también ha encendido las alarmas sobre los potenciales riesgos para la salud y el bienestar de niñas y preadolescentes.
La imitación de hábitos de belleza y cuidado personal por parte de las menores es un comportamiento históricamente normal, que forma parte de la exploración y el juego durante la infancia y la adolescencia. Sin embargo, la situación actual va más allá de un simple juego de imitación: se trata de un uso inapropiado y prematuro de productos de skincare, muchos de los cuales no son adecuados para su tipo de piel o edad, y en algunos casos, son directamente peligrosos debido a su procedencia dudosa.
La utilización de estos productos puede llevar a reacciones alérgicas, sensibilización cutánea y la exposición a ingredientes potencialmente nocivos como retinol, alfa hidroxiácidos, parabenos de cadena larga, entre otros. Estos componentes, además de ser inadecuados para pieles jóvenes, pueden interferir con el equilibrio hormonal y provocar problemas dermatológicos.
La situación se complica aún más cuando los jóvenes, en busca de opciones económicas, recurren a productos falsificados o de origen dudoso disponibles en bazares o plataformas de venta en línea, lo que aumenta el riesgo de daños a la salud. Este tipo de productos, sin el debido control sanitario, incluyen desde blanqueadores dentales con peróxido de hidrógeno hasta gotas para cambiar el color de los ojos, que pueden tener consecuencias graves.
La cosmeticorexia no solo plantea un riesgo físico, sino que también tiene un impacto psicológico significativo en los menores, quienes están expuestos a cánones de belleza cada vez más irreales. Esta obsesión por la apariencia puede desencadenar malestar, ansiedad, estrés y otros comportamientos perjudiciales, impulsados en gran medida por estrategias comerciales agresivas que apuntan a los más vulnerables.
Ante esta situación, se hace urgente una acción reguladora por parte de las autoridades competentes. La OCU hace un llamado al Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, así como al Ministerio de Sanidad, para que se regule de manera efectiva la publicidad de cosméticos en redes sociales, especialmente aquella dirigida a menores y realizada por influencers. Es crucial proteger a los niños y adolescentes, garantizando un entorno seguro que los resguarde de influencias potencialmente dañinas y promueva su desarrollo saludable.