El WhatsApp es una aplicación de mensajería instantánea ampliamente utilizada a nivel mundial que permite a los usuarios enviar mensajes de texto, voz, imágenes y videos a través de Internet en tiempo real. Fue creada por dos ex empleados de Yahoo, Brian Acton y Jan Koum en 2009. La idea detrás de WhatsApp surgió a raíz de la frustración de Koum por la falta de privacidad en las redes sociales y la necesidad de mantener una comunicación más directa y segura con su familia en Ucrania. Esta plataforma evolucionó hasta incluir llamadas y video llamadas, fotos, audios, textos, etc., así como funciones comerciales como el WhatsApp Business y la posibilidad de crear grupos y comunidades.
¿Pero realmente es WhatsApp un medio de comunicación efectivo desde la perspectiva de tu seguridad personal? Pues discrepo que lo sea, porque para mi opinión es un canal muy impersonal con numerosos fallos. Y me voy a explicar. Es verdad que como medio de transcripción instantánea de información escrita, fotografías, audios o llamadas telefónicas puede ser efectivo. Pero ello entraña a la vez un problema y es la dependencia que se tiene de su uso cada vez más extendido. ¿Quién no tiene ya instalado este medio en su teléfono móvil u ordenador? Por su incursión en nuestra vida, se han perdido aquellas cartas de amor o entre familiares que se escribían de puño y letra. También se han perdido aquellas largas llamadas con el teléfono fijo que se hacían eternas (aunque se suplen con los móviles). Y, por último, lo más importante: se está perdiendo también entablar una conversación directa con la otra persona cara a cara, mirándonos ambos a los ojos.
Hoy, quedar con una persona para hablarle o contarle lo que nos venga en ganas es ya una quimera, porque estamos dejando de quedar en vernos en persona en un acto maravilloso de relaciones personales. La tienes frente a ti, le observas los gestos, las muecas, ves sus ojos, su cara y escuchas su voz que nos lo dice todo. La cara es el espejo del alma y nunca mejor dicho. Y esta forma de comunicación, evidentemente, no es lo mismo que escribirle o remitirle un audio por el móvil. A eso es a lo que me refería a que a veces es un medio impersonal, frío y distante.
No os ha pasado alguna vez que habéis mandando un texto o un audio a otra persona y ésta te contesta con: “¿Que estás enfadado?”; “¿Te pasa algo?”; “¿Te veo la voz apagada, a ti te pasa algo?” A mí me pasa algunas veces con algunas personas, a las que cada vez que les tengo que comunicar algo, al final le pongo un emoticono agradable que dé la sensación de que no me pasa nada, que estoy bien, contento. Otras veces, para disuadir dudas, llamo por teléfono y aclaramos.
Y es que nos estamos acostumbrando demasiado a ser máquinas con su uso, a entrar en el juego que quieren aquellos que inventaron este medio de difusión como otros de iguales características. Que seamos autómatas, dependientes, que dejemos de ser personas, meros transmisores de textos y audios y que contra más escriban los unos con los otros más fama y dinero ganan los propietarios de las plataformas. Felicitamos santos y cumpleaños, preguntamos por una enfermedad, por tu asistencia médica, etc. Pero no hacemos una llamada para escucharnos o quedar a vernos, no. Con un texto simple y llano… Y ya he cumplido.
Pero todavía hay más, pues el WhatsApp tiene muchos más inconvenientes. Si escribimos un texto y es una conversación amistosa y familiar y nos equivocamos pues no pasa nada. Pero si esa comunicación escrita tiene que ver con una cuestión legal, de información sobre algún recurso administrativo o penal o de cuestiones notariales, tendremos que tener mucho cuidado con lo que escribimos. Primero porque palabra que sale de tus dedos, puede ser copiada inmediatamente por la otra parte y, aunque la borres, quedará como captación de imagen en depósito y podrá ser utilizada en tu contra. Y, segundo, que en los textos que tienen que ver con el derecho, sean de la rama que sean, el punto, la coma, el punto y coma, dos puntos, las comillas, los paréntesis, los signos de interrogación, los signos de exclamación, los puntos suspensivos y un guión cambian totalmente el significado del texto y donde quise decir digo al final estás diciendo Diego. Y, claro, ya no tiene solución cuando ese texto llegue a donde debe llegar, según el interés que se tenga. Por eso, en las ocasiones donde nos juguemos algo, hagámoslo con asesoramiento legal a través de escritos y formularios establecidos y no por este medio.
Abogo por que el WhatsApp es efectivo, porque se trata del avance de los tiempos y porque no podemos ya retroceder, pero a la vez abogo por que debería de utilizarse solamente y exclusivamente para quedar para tomar un café, para preguntar qué tal estamos y, si quedamos, a dónde vamos, etc., pero para nada más. O también a través de un audio para explicar algo urgente que más tarde ampliamos. Y cada vez que se pueda, aconsejo llamar a la persona y quedar con ella para tomar un café o lo que se desee en un bar o en casa de alguno de los dos. Este contacto directo y humano que se hacía antes, desgraciadamente se está perdiendo. Lo moderno no siempre es lo más efectivo ni lo mejor. Y podríamos poner otros muchos ejemplos con otros medios de comunicación similares que nos lo pintan tan bien que nos podrían estafar y no nos daríamos cuenta. Y el WhatsApp es uno de ellos. Ante esto nunca accedamos ni abramos enlaces que no conozcamos. Simplemente lo borramos. Si es algo importante, ya te localizarán de otra manera por la cuenta que les trae.