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Curioso Empedernido

Los rastros del camino

Habrá huellas que dejaran mensajes hacia quienes nos sucedan y nos hagan reflexionar y los que nos en la nada más absoluta

Publicado: 10/04/2025 ·
13:54
· Actualizado: 10/04/2025 · 14:02
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  • Juan Antonio Palacios. -
Autor

Juan Antonio Palacios

Juan Antonio Palacios es observador de la conducta humana, analista de la realidad y creador de personajes literarios

Curioso Empedernido

Curioso empedernido. Curioso de las tres pes, por psicología, la política y el periodismo, y alérgico a las fronteras y murallas

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Todos en nuestra vida dejamos rastros, estos pueden ser significativos o inapreciables, buenos o malos, que nos conmuevan o que nos dejen impasibles. Habrá huellas que dejaran mensajes hacia quienes nos sucedan y nos hagan reflexionar y los que nos en la nada más absoluta.

Del éxito al fracaso y viceversa, vamos caminando entre lo que somos y lo que queremos ser, entre avanzar y resistir, lo firme y lo impreciso, lo nuestro y lo de los demás, lo que decimos y lo que oímos, aspirando a vivir nuestra propia historia y dejar nuestro legado y rastro a lo largo de nuestros andares.

En la vida de cualquier persona hay de todo, protagonismo y anonimato, interés y compromiso, e impasibilidad y movilidad, movimiento para aprender y pasotismo, no saber dirigir lo que tiene que hacer o estar pendiente de lo que deben realizar los demás.

Es importante sentir curiosidad por lo que sucede en nuestro entorno y facilitar que los demás logren beneficios del sistema, sin impedir el paso a quienes vienen detrás. Esta actitud no sólo es saludable sino necesaria, y y es una forma de impulsar los cambios y transformaciones que  cualquier sociedad necesita, es también abrir la puerta hacia el conocimiento y los nuevos saberes.

No debemos confundir a la gente positiva que se siente identificada con quienes les necesitan y dejan huella en la gente a través de sus palabras y afectos, de su empatía, sin dedicarse a llevar y traer chismes y cotilleos, ni intentar inquietar a los personajes, privándoles de voluntad, y convirtiéndoles en marionetas y títeres fácilmente manejables.

A lo largo del camino nos encontraremos los rastros de esos seres impertinentes, dispuestos a importunar siempre al prójimo, diciendo y haciendo lo más inconveniente en el momento más inadecuado, hablando y pontificando cuando na die le ha pedido la opinión, sentando cátedra sobre todo aquello que no tienen ni zorra idea.

Son tan inoportunos este tipo de individuos que gustan de llamar la atención, entrometiéndose en la vida de los demás, en un alarde de manejar la existencia de propios y extraños, lo que sin duda además de pretender confundirnos, provoca malestar y hartazgo, ya que además de ser unos pesados insoportables, se creen tan poseedores de la verdad  que ostentan el derecho de censurar las opiniones ajenas.

En el periplo de sus impertinencias, nunca pierden la oportunidad de meter la pata, con sus afirmaciones que viajan de la necedad al insulto, intentando ridiculizar a los demás, cuando en honor a la verdad ellos son los únicos incapaces de aprender algo, de respetar a quienes no piensan como ellos, porque creen que fuera de la unicidad nada debería existir.

Entre los rastros de la indiscreción y el entrometimiento, algunos granujas andan dale  que te pego agotando al más paciente, sacando de quicio al más prudente, y encolerizando al más templado y tranquilo, porque lo suyo es meter las narices donde nadie les ha llamado y suelen ser dolientes aunque nade les de vela en el entierro.

Su osadía es tan mayúscula que se dedican a exigir a los demás, lo que ellos no tienen agallas para llevar a cabo y colocan el bolígrafo rojo a todo el que no se somete a sus caprichos y antojos, siendo especialistas en poner bombas imaginarias e inexistentes para después desactivarlas con el único propósito de chantajear a quienes de prestan a sus juegos.

Cada día que pasa son más desleales y generan más fisuras entre quienes les rodean, porque en su maquiavelismo, utilizan como una de sus armas preferidas el engaño y la intoxicación, con lo que terminan por descubrir sus estrategias y no hay bicho viviente que les aguante más tiempo que el que la buena educación aconseja.

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