Eres Jaén el baúl de mis recuerdos,
testigo del devenir de tiempos pasados,
que custodias dentro de tus murallas,
alhajas que merecen ser contadas.
Afloran tus memorias,
cómo brotan las aguas
del manantial de la Magdalena,
lugar de la más conocida leyenda jaenera.
El muecín llama a la oración,
Jaén musulmana,
son las iglesias de la Magdalena y San Juan,
ejemplos de su unión con la cultura cristiana.
Lugar de conjuras políticas
fueron los baños de Alí,
construyendo sobre ellos su magnífico palacio,
el ilustre conde de Villardompardo.
Historias en muros encerradas,
como la que en el arco de San Lorenzo aconteció,
aquella noche en la que el padre “Canillas”
a un joven que iba de regreso se apareció.
Fuente Nueva, agua pura,
murmullo del Jaén renacentista,
dónde el Palacio de los Quesada Ulloa y la Merced,
son evidencia de su armonía.
En San Bartolomé, el pueblo fervoroso
aguarda con gran devoción,
la salida procesional de María de las Siete Palabras
y su Cristo de la Expiración.
La Puerta del Ángel
descubre al caminante jaenero,
el convento de las Bernardas
y la Alameda, primoroso jardín de recreo.
Es San Ildefonso para los jiennenses,
lugar de encuentro y también vestigio espiritual,
de nuestra Virgen de la Capilla
y su pureza celestial.
Testimonios de la”muy Noble y Leal Ciudad de Jaén”
nos quedan en los palacios,
de los Vilches, los Vélez y los Cobaleda Nicuesa,
de gran majestuosidad.
Y de la unión de la calle Maestra y la Carrera
se alza al cielo nuestra Catedral
que junto con el Castillo,
en la cima del inalcanzable cerro de Santa Catalina
son nuestra seña de identidad.
Eres Jaén, y serás, la más bella ciudad de luz.
Luz de la tierra de la Santa Faz.