Según informaron ayer ambos cuerpos policiales, los detenidos, originarios de países del Este, estaban divididos en dos grupos, asentados en Barcelona y Alicante, muy bien organizados y con conexiones entre ambos, hasta el punto de intercambiarse personal y medios para la comisión de algunos delitos que requerían cierta "especialización".
Los miembros de la banda pasaban desapercibidos como trabajadores en el barrio donde residían, en la ciudad de Barcelona, aparentando una vida completamente normal.
Los agentes han localizado y registrado tres zulos, uno de ellos en Badalona (Barcelona) y dos en Alicante, además de intervenir documentos de identidad falsos, 120.000 euros, 20 vehículos de gama alta, gran cantidad de joyas y aparatos electrónicos robados, así como equipos de comunicación y material para cometer los delitos, entre ellos una tuneladora.
En algunos de los robos, cometidos en Valencia, Barcelona, Alicante, Castellón, Málaga, Sevilla, Córdoba y Granada, los detenidos llegaron a golpear y a lesionar a sus víctimas para hacerse con el botín.
Este es el caso del asalto a una nave industrial de Monforte de Cid (Alicante), donde resultó lesionado un vigilante de seguridad, o en Cabrera de Mar (Barcelona), donde los detenidos agredieron a la empleada de la limpieza.
En Cataluña los robos se produjeron mayoritariamente en localidades del sur y el centro de la comarca barcelonesa del Maresme, en la zona comprendida entre Sant Vicenç de Montalt y Tiana, aunque también cometieron asaltos en puntos del Vallés Oriental y el Vallés Occidental.
Los miembros de la banda se movían en vehículos robados, a los que colocaban placas de matrículas falsificadas por la provincia de Barcelona, así como por otras demarcaciones de Levante y de Andalucía.
La vida tranquila que aparentaban seguir en sus lugares de residencia contrastaba con sus actividades delictivas, que desarrollaban siempre lejos de su vecindario, hasta el punto de que, para cometer los atracos, se cambiaban de ropa en los zulos habilitados en descampados, donde recogían también las herramientas que necesitaban.
Tras cometer el robo o el atraco regresaban a los zulos donde guardaban las herramientas y los objetos sustraídos, a la espera de un buen momento para venderlos en el mercado negro.
Estos objetos eran vendidos en España a clientes habituales y en otras ocasiones eran enviados a sus países de origen, donde familiares o colaboradores se encargaban de comercializarlos.
Entre los efectos que ha intervenido la policía destacan 120.000 euros en metálico, veinte vehículos de gama alta, gran cantidad de joyas, material electrónico (televisores, ordenadores, videojuegos, cámaras de vídeo y fotografías), así como equipos de comunicaciones portátiles.