Casi el 90% de las investigaciones penales sobre las muertes por coronavirus en las residencias de mayores se han archivado, según ha denunciado esta semana Amnistía Internacional. Si bien el documento publicado por la organización solo contiene información de Madrid y Cataluña, la dificultad de los familiares para conocer la verdad de lo que sucedió en estos centros durante la pandemia y obtener justicia es generalizada en todo el territorio nacional pese a que, tal y como documentó Médicos Sin Fronteras en un duro estudio por su crudeza, “la respuesta a la crisis sanitaria falló y se vivieron situaciones inaceptables en pleno 2020: muchas de las vícimas “murieron en soledad, deshidratados, en agonía y sin cuidados paliativos”.
Entre ellos, el padre de Dolores Moncada, interno en la residencia de mayores de Alcalá del Valle, donde se contaron un total de nueve víctimas mortales en las primeras semanas de pandemia. Moncada, residente en Francia, ha sufrido en primera persona el desamparo judicial. Ni por lo penal ni por lo civil ha logrado hallar respuestas a las preguntas sobre el fallecimiento de Mateo: quién y por qué no decidió el traslado antes al centro hospitalario cuando aparecieron los primeros síntomas de Covid, cómo se realizó el viaje, qué seguimiento se hizo a su estado de salud, qué papel jugaron los facultativos del pueblo, el propio alcalde, que no le saludó la última vez que se cruzaron, o la directora de la residencia que hoy continúa al frente inexplicablemente para Moncada, y a la que acusa de negligencia porque “fue la primera que abandonó el barco” cuando se desató el caos.
Aún mantiene la esperanza, sin embargo. Este marzo, coincidiendo con los dos años de la pérdida de Mateo, se celebrará una primera vista con la aseguradora de la residencia de mayores, Mapfre. El único resquicio legal que ha encontrado su abogado para evitar que la muerte caiga en el olvido es la vía administrativa. Moncada remarca que no tiene interés alguno en ser reparada económicamente porque ni todo el dinero del mundo sirve para devolverle a su padre, a quien llora con frecuencia, “como una niña pequeña”. Pero se dará por satisfecha si el procedimiento abierto sienta en una mesa a quienes tomaron decisiones durante la 48 horas entre que las que le aseguraban que su padre se encontraba bien pese a la infección y el fatal desenlace y se depuran responsabilidades.
Moncada relató a INFORMACIÓN que el día en que Mateo ingresó en la residencia, una mujer mayor cayó y sufrió la falta de atención por la escasez de personal, dado que aquel sábado solo había en las instalaciones la cocinera y dos auxiliares de geriatría. Entonces, se dijo que, “si alguna vez le pasaba algo así a mi padre, removería cielo y tierra por él”. Y eso está haciendo, pero hoy amplía su compromiso a todas las víctimas “que no pudieron ser despedidos por sus familiares, muriendo solos, a todos los que no se les trató con un mínimo de humanidad ni tan siquiera cuando sus cuerpos fueron trasladados a los tanatorios”.
“Necesito cerrar este capítulo de mi vida”, reconoce Moncada. Solo lo conseguirá conociendo toda la verdad. Está convencida de que los responsables quieren dar carpetazo, pero advierte que no es posible porque Mateo y lo que representa siguen vivos “en mi cabeza y en mi alma” y llegará a donde haga falta por su memoria y dignidad.
