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San Fernando

"Cuando yo era pequeño me reñía el maestro y mi padre me reñía a mí, ahora riño yo y me riñe a mí el padre"

Francisco Cid Fornell ha puesto en marcha un método en Primaria para que los padres y madres se impliquen en la educación del niño incluso participando en clase.

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Cree que estando las cosas como están, con el informe PISA dejando por los suelos a la educación española, se debería dejar innovar y buscar nuevos caminos como el que él intenta llevar a cabo desde el colegio Quintanilla de San Fernando. Allí cuenta con el apoyo de todos, desde el conserje hasta el director, pero lo que pretende es que la metodología que está empleando con niños de Primaria se extienda a más centros porque se están demostrando los efectos beneficiosos en los alumnos. Y en los padres... también.

—Yo odié a cada uno de mis maestros pero hoy en día sé que cada uno de ellos puso su grano de arena para que yo sea como soy, que aunque no sea para tirar cohetes, me quiero razonablemente bien. ¿Usted es consciente de la responsabilidad que tiene un maestro, de la importancia que tiene en el futuro del niño?
—La responsabilidad es fundamental y lo primero que recuerda el niño es su primer maestro. Ese es un punto de inflexión. En los tiempos actuales en lo que estamos recortando de un sitio o de otro, si recortamos de cultura que al fin y al cabo es la formación del hombre, mal vamos. Pero la importancia del maestro desde mi punto de vista y es en lo que trabajo, es primordial. Y no solamente en cuestión de enseñanza, sino del de los valores, la educación, el respeto… ayudamos a familias a trabajar de esa manera y trasladarlo a la casa.

—Y hay dos clases de maestros y los dos son buenos, aunque uno es mejor que otro. Uno es el que se dedica a hacer bien su trabajo y otros, que es su caso, también experimentan nuevas metodologías para enseñar a los más pequeños, que son especialmente difíciles. En este caso consiguiendo algo más complicado que enseñar a los niños, como es implicar a los padres.
—Es complicado pero lo más complicado de meter a un padre en un proyecto, primero es el miedo del docente porque considere que su libertad de cátedra se quede un poquito disminuida. Pero una vez que se pierde ese miedo, ve que el padre se involucra y ve la cara del niño con la sonrisa de oreja a oreja, merece la pena.

—¿En qué consiste la metodología para lograr esa implicación?
—Yo me di cuenta de que nos faltaba un pequeño eslabón en la cadena educativa. Nos regimos por unos decretos en los que aparece lo que tenemos que tratar en clase, lo que consideramos necesario para el niño. Pero no se le ha preguntado al niño si lo que los mayores consideran relevante lo es para ellos. En la unidad didáctica sobre los animales aparece un libro de texto con muchas fotografías y fichas con el león, el tigre, la ballena… Pero curiosamente están un día en el patio y te das cuenta de de hay un grupo de chiquillos alrededor de un bichito muy largo y con muchas patas que es el ciempiés. Lo mismo en el texto no aparece la imagen del ciempiés y si yo me doy cuenta de que lo están mirando, se lo puedo explicar, pero si no me dio cuenta, no. Me di cuenta de que sin dejar de lado la metodología que hay, que es muy buena y está dividida en nueve grandes bloques, intercalar otras experiencias que voy anotando a través de las preguntas de los niños de tres años. Las anoto todas, aunque parezca que no son interesantes, pero cuando el niño se lo ha preguntado, es por algo.

—El primer año sólo recoge datos.
—Sólo datos, recoger información y una cosa muy importante, tantear a las familias porque si ves que son poco receptivas tienes que motivarlas. En lo que es recopilar la información se divide en cuatro grandes bloques: las dudas de los niños, que es la que mayor peso tiene en la metodología; los miedos que tienen para tratarlos desde una óptica bonita y que se les quite el miedo; el tercer punto de interés es la dificultad, un niño que tiene problemas con la alimentación, para conciliar el sueño por determinadas cosas y por último, preguntas importantísimas que el niño no se hace pero que las está viendo. Por ejemplo, cuando lleva la Navidad o la Semana Santa, no por el tema religioso, sino por el cultural, las luces, los adornos de la calles, las cabalgatas… eso lo está viendo el niño, también se registra y se va a tratar desde una óptica distinta. Eso es lo que vamos a trabajar en el periodo de cuatro años.

—Ahí es donde comienza a involucrarse más gente.
—Ahí es donde empieza todo. He tenido la suerte de recalar en el colegio Quintanilla que me dejan hacer estas cosas y me ayudan, desde el conserje al director, pero los padres tienen una labor ingente. Una vez que tenemos todas las preguntas yo las incluyo en los nueve grandes bloques para que tenga una cohesión el sistema porque en infantil se trabaja con un término que es globalización y que significa que todo tiene que estar conectado, así que las preguntas las incluyo en los nueve grandes bloques para que no se me enfade la Junta. A partir de ahí me reúno con los padres, conocen las preguntas, eligen el tema que quieren tratar y conocen la fecha de ejecución. Lo hago con dos semanas de antelación para que ellos puedan preparar toda la parafernalia que eso lleva, porque tienen que decorar el aula con la pregunta que han elegido. ¿De dónde sale el pan? Pues me montaron una panadería. ¿Por qué se nos caen los dientes? Montaron una clínica dental que había que verla.

—Hubiera aprovechado cualquiera.
—Yo me hubiera sentado allí.  Yo dejo el lunes la mitad de la clase con mis mesas y sillas y en la otra no hay nada. Los niños comienzan a preguntar qué es esto, quién va a venir, qué es lo que ocurre… y yo con eso tengo ya el objetivo cumplido de la motivación. Los padres, a la vez que decoran el aula, tienen que hacer un díptico explicando la pregunta con muchas imágenes y pocas letras porque los niños a esas edades tienen poca retención de memoria y están empezando el aspecto simbólico, porque van a aprender más con lo que van a ver que con lo que les van a explicar.

—De hecho, usted supervisa primera la explicación que van a dar los padres.
—A mí me tiene que satisfacer la explicación que van a dar. En la pregunta de dónde vienen los niños, los padres me preguntaron si hablaban de las cigüeñas o las semillitas o lo explicamos bien. Les dije que lo explicaran bien, con sus palabras, espermatozoides, pene, vagina… no se está diciendo ninguna obscenidad y no se puede engañar al niño. Una vez que veo que la explicación es la oportuna, que es muy raro que deseche una explicación porque lo montan muy bien, llega la fase de las actividades. Ellos me envían a mi correo un guión con las actividades que se basan en una parte teórica y otra práctica. Hay casos especiales, como el día que tratamos por qué se caen los dientes, cerramos una clínica dental porque la madre tenía amistad con el dentista, por lo que todo lo que explicó la madre en imágenes lo pudimos ver in situ. Los niños se sentaron en los sillones, se hicieron radiografías dentales y fuimos vestidos de dentistas, igual que otra vez fuimos a una panadería y fuimos vestidos de panaderos.

—Luego si es posible hacer la parte práctica fuera, se hace.
—Lo novedoso es que el aula sólo es el decorado, pero si puedo salir del aula, mejor que mejor. Ya llevamos cuatro salidas en el primer trimestre. Todo depende de la pregunta. Si me da juego para poder visitar, estupendo; si no, decoramos el aula. La siguiente pregunta es sobre los dinosaurios y en San Fernando no tenemos ningún sitio habilitado sobre el tema por lo que ese viernes utilizaremos el decorado en el aula y pueden venir los padres, las madres, los tíos los abuelos…

—¿Suelen ir los tíos y los abuelos?
—Suelen ir. Y una vez que está todo preparado, desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde, los padres son los maestros. Yo sólo me encargo del orden en la clase, porque ese día se alborotan. Hay una cosa intermedia y es que como hay mucho tiempo entre el lunes que dejo media clase vacía y el viernes que tiene lugar la actividad, ellos pueden ir trayendo cosas para enriquecer el rincón y pueden hacer preguntas sobre el tema. Yo les contestaré hasta cierto punto para no quitarles la magia a los padres.

—Ya podemos decir que es un éxito conseguir que los padres se involucren, porque muchos padres incluso se pierden la infancia de sus hijos porque les coge en una edad de consolidación laboral. Pero dejarlo en el colegio Quintanilla seguiría siendo un éxito, pero muy parcial y muy desaprovechado. ¿Qué va a hacer usted ahora?
—A mí me encantaría que esto se difundiera por todos los colegios. El apoyo del centro, desde el director al profesorado del entro es completo y estamos tratándolo con el Centro de Profesorado para hacerlo extensivo a toda la provincia de Cádiz. Además de llevárselo a la Consejería de Educación de la Junta, que conozca el proyecto y si lo ve viable, que lo difunda a todos los colegios de Andalucía.

—Llevar a la Junta no es complicado. Lo complicado es que se implique.
—Claro. Aparte de que hay que seguir muchos pasos y el primero es el Centro de Profesorado y a partir de ahí seguir subiendo escalones hasta llegar a la persona a la que le gusta la idea y decide que se va a difundir.

—Me supongo que también habrá que tener en cuenta que usted le está viendo ventajas, pero lo mismo dentro del sistema de estudio diseñado por la administración tiene efectos secundarios, por decirlo de alguna manera.
—Pues sí, pero en la coyuntura en que estamos ahora en la que el informe PISA nos dice que estamos en los últimos lugares a nivel europeo… vamos a probar cosas nuevas, a ver si podemos dar un empujón. Y sobre todo ya que la consejería está pidiendo que se impliquen los padres, aquí tenemos una muestra de cómo implicarlos.

—Hablando de implicación, ¿cómo está ese tema? Siguen siendo las madres las que más implican.
—Las madres se implican mucho y antes de que yo utilizara este método yo no veía a ningún padre en infantil en una tutoría y ahora estoy viendo a muchos padres.

—Ya que ha hablado usted del informe PISA, ¿tan mal se han hecho las cosas?
—Yo desde dentro no lo veo tan mal, o es que los demás (países) lo hacen demasiado bien.

—Pero usted está en la fase de infantil.
—Yo opino desde mi óptica y me consta que mis compañeros hacen un buen trabajo. Pero tampoco se puede dejar todo el peso de la educación al profesor, hemos perdido muchas herramientas. Yo recuerdo que cuando era pequeño, a mí el profesor me reñía y me padre me cantaba las cuarenta; ahora le riño yo a un niño es el padre el que me canta las cuarenta a mí. Tenemos muy poquitas armas. Si todos remasen en la misma dirección, tanto padres como administración, como profesores… no digo que estaríamos al principio como Finlandia o los países nórdicos, pero estaríamos altitos.

—Uno de los problemas es que cada vez que hay un gobierno nuevo hay una ley distinta.
—Eso no puede ser. La nueva ley se va a aprobar deprisa y corriendo y va a salir en breve sin habernos consultado a los que verdaderamente tienen que consultarnos. Pero la solución es muy sencilla, separa política de educación, no puede venir un gobierno y cada cuatro años cambiar una ley. Empezamos con la ley del 57, pasamos a la Ley General de Educación que no estaba mal y luego pasamos que a una Logse que vino fracasada de Francia y de Alemania y nos la quedamos; después a una Lose que ni salió, ahora nos vamos a una LOE… Yo como profesor tengo un cacao mental de normativas y de leyes. Vamos a formar una comisión, si quieren meter a los políticos que se metan, pero vamos a firmar un compromiso con una ley que perdure durante el tiempo que tenga que durar independientemente del partido que salga, porque están utilizando la educación como un arma política, de tal manera que aunque una ley tuviera cosas buenas, a las cuatro años la van a quitar porque no es la que han promulgado ellos.

—Quizá porque todas las leyes han partido de un principio nocivo, es que se les ha metido mucha carga ideológica en vez de una carga puramente didáctica y profesional.
—Lleva usted razón. Así debería de ser.

 

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