Echaba a andar el último cuarto del siglo XX cuando el entonces director del Real Observatorio de Marina, contralmirante Alberto Orte Lledó, pensó que la Institución científica debería contar con un escudo a modo de sello de identidad, que así lo merecía su historia y sus méritos centenarios.
Orte Lledó sabía muy bien quién podía encargarse de tal menester, teniendo en cuenta que se trataba de un encargo de enorme enjundia que había de pasar por el dictamen de las autoridades superiores porque iba a representar nada más y nada menos que al ROA de San Fernando, una de las joyas de la corona de la Marina y la científica más internacional y reconocida.
Nadie mejor que su amigo José María Cano Trigo, cartógrafo de la Armada que hoy en día da nombre a una de las salas del Instituto Hidrográfico de Cádiz, para plasmar en un dibujo que al día de hoy sigue siendo el escudo del Observatorio de Marina y su sello de presentación ante todas las instancias nacionales e internacionales.
La sencillez -aparente- del dibujo es precisamente lo que le da categoría de símbolo y Cano Trigo supo plasmar sobre un fondo azul estrellado la cúpula del Observatorio, el ancla de la Marina y el telescopio sobre trípode que sintetizaba a la perfección lo que fue, era y sigue siendo la Institución y los trabajos que tiene encomendados.
Eso dicho a modo de resumen porque hasta en las estrellas del fondo hay historias que contar, pero ese sería otro artículo.
Obviamente y como se decía, el boceto pasó por el placet de las autoridades superiores hasta convertirse en el símbolo oficial del ROA, pero la historia que hoy se cuenta no es la del nacimiento del escudo sino la singladura que ha culminado el boceto original hasta terminar, de nuevo, en el Observatorio de Marina.
Una vez que José María Cano Trigo cumplió a la perfección la misión que su amigo Alberto Orte le había encomendado, quiso que el boceto original se lo quedara el entonces director del ROA, quien durante el resto de su vida lo tuvo en su despacho enmarcado y colgado en un lugar de honor. No obstante dejó dicho que si él faltaba algún día, el boceto volviera de nuevo a su amigo José María Cano Trigo.
Como quiera que Alberto Orte falleció antes que José María Cano, la familia del primero cumplió con el encargo de entregarlo a la familia Cano el original enmarcado del escudo del Observatorio y José María Cano lo tuvo hasta que también falleció.
Fue entonces cuando la familia del cartógrafo a quien la Historia le debe más de lo que le pagó por sus servicios -algo normal con los grandes hombres- decidió que el mejor lugar para el boceto era el mismísimo Real Observatorio de la Armada de San Fernando, de donde partió casi medio siglo antes, la idea de su creación para los usos que desde entonces tuvo.
Se ha hecho esperar
Los familiares se pusieron en contacto con el director actual, Francisco Javier Galindo Mendoza, quien aceptó la idea, aunque el acto de recibimiento se ha hecho esperar desde el pasado año hasta la mañana del pasado viernes por el problema que planea sobre todo el mundo, la pandemia y las prioridades marcadas en todos los estamentos civiles y militares.
Pero el viernes sí fue el día y la representante de la familia Cano, Julia, fue la encargada de hacer entrega en un sencillo pero emotivo acto desarrollado en el ROA del original del boceto enmarcado al capitán de navío Francisco Javier Galindo Mendoza.
No estuvo sola porque al acto también fue invitada la otra familia que ha custodiado el boceto durante largos años y así fue como la familia Orte también recibió el reconocimiento de la Institución en la persona de María Luisa, una metopa con el escudo del Observatorio en el día “que se procede a la donación” del boceto original del símbolo del ROA.
Firmada y rubricada la donación, hecho entrega del boceto, así consta ya en los anales del Real Observatorio de Marina el final del viaje que ha devuelto la obra de un artista al lugar en donde nació después de no pocas singladuras.
Que así fue cómo la obra de José María Cano Trigo, gestada cuando Alberto Orte Lledó era director del ROA, ha estado en manos de dos íntimos amigos hasta que la ausencia de éstos la ha puesto en manos de quienes guardan las cosas de la Ciencia.