Recibir la citación para formar parte de una mesa electoral desencadena una sensación de rechazo y fastidio y si además afecta a tu labor profesional no es plato de gusto, pero después de una intensa jornada electoral el sentimiento se torna en satisfacción al ejercer el periodismo al otro lado de la trinchera.
A primera hora de la mañana el colegio electoral es un hervidero de ciudadanos, citación en mano. Los titulares, seguros de su permanencia; los suplentes expectantes ante las horas que se avecinan, ¿habrá venido mi titular o podré marcharme?.
Finalmente se despejan las dudas, están casi todos, menos el mío (¡qué suerte la mía, vaya fastidio!) y se constituyen las mesas.
Un estrés de minutos, firmando infinidad de documentos, informándote de los trámites y deseando que todo acabe pronto.
Con todo preparado, empiezan a acudir ciudadanos, tus vecinos que irremediablemente repiten la pregunta ¿te ha tocado, no? y tu cara de circunstancias lo dice todo.
En una jornada de alta participación, que en mi mesa de las elecciones andaluzas ha pasado del 65 por ciento, los momentos de sosiego son pocos y los componentes de la mesa aprovechan para conocerse mejor e incluso hacer sus propios análisis políticos y los temas de conversación varían de los quehaceres profesionales a los deportes e incluso algún que otro chiste.
Aunque pueda parecer lo contrario las horas pasan rápido con el ir y venir del vecindario, que saluda, trae a los niños y se ofrece amable ¿necesitáis algo?.
Pese a ello el cansancio se hace evidente, ya que son muchas horas sentado, buscando al elector en el listado y escribiendo su nombre, con mil ojos para que no se produzcan errores.
A las ocho se cierra el colegio, con algún que otro rezagado que ha aprovechado el último momento para emitir su voto. Tras el trámite del voto por correo son los miembros de la mesa los que introducen su escrutinio en la urna.
Ha terminado la votación y ahora, punto y seguido. Vuelven otra vez los nervios, que coincida el número de sobres con el número de votos emitidos, que no se traspapelen los blancos o nulos, que todo cuadre.
Una vez abiertos los sobres y contados y recontados los votos, rellenamos el acta y nos despedimos. Pero no ha acabado nuestra laboral electoral. Presidente y vocal llevarán los resultados al Juzgado y otro vocal esperará a Correos para entregar otro sobre con la copia de las actas.
Ahora sí, he vivido la fiesta de la democracia sentada en el otro lado, todo el día utilizando las redes sociales para mantener la tensión informativa que, hoy no, no he podido vivir trabajando.
He echado de menos esos nervios de candidatos llamando a la participación, encuestas a pie de urna, expectativas de votos que no se cumplen y análisis valorando el resultado, tensión informativa que se mantiene por mucho que se hayan vivido ya muchos procesos electorales.
A cambio, una mesa electoral, otros nervios, otra tensión, pero también otra forma de periodismo, de pulsar la opinión de la calle, dentro de la fiesta de la democracia.