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Un puente apretado por el centro

Sevilla se ha llenado este puente y aunque el dicho popular sea que al sevillano le gusta la bulla, también le gusta al forastero y hasta al guiri...

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  • Hielo en la Alameda -

Sevilla se ha llenado este puente y aunque el dicho popular sea que al sevillano le gusta la bulla, también le gusta al forastero y hasta al guiri porque andar por el centro este puente ha sido meterse de bullita en bullita, paseando, mirando al payaso de turno o localizando la atracción que estaba ya activa, tomando una cerveza o buscando donde comer algo.

Grupos familiares iban y venían por las principales calles del centro, los carritos de los niños abrían paso entre la gente y los coches que se han atrevido a entrar en las calles históricas tenían que soportar colas inmensas, iguales que las de la entrada a la ciudad, para incluso tener que salir de nuevo del casco histórico ante el lleno absoluto de los aparcamientos.

"Aquí se comía un bacalao que quitaba el sentío", le explicaba uno a su pareja, a sus padres y a sus amigos mientras intentaba hacerse un hueco para llegar a los soportales de la plaza del Salvador. "Esto está igual de petao", se quejaba una joven a su pareja mientras buscaba donde sentarse... Las colas en los belenes eran interminables, familias enteras con carros y niños pasando de uno a otro Belén antes de que los pequeños comenzaran a quejarse pidiendo de beber o de comer... Un paquetillo de patatas fritas a dos euros calman su apetito aunque no los nervios del vendedor, harto de un fin de semana trabajando, que no le dejan vivir a él su vida, mientras el resto pasea y disfruta tomando una cerveza con los amigos...

La Alameda, llena de puestos -algunos más que recomendables-, estrenaba su pista de hielo antes que la Plaza de San Francisco, cuyo Tiovivo competía en espacio con los veladores que, por mucho que hayan disminuido, siguen ocupando el espacio público de una manera completamente desproporcionada. O será que a algunos aún nos gusta andar por calles y plazas sin tener que hacer circuitos de rally o bajando de las aceras porque no hay espacio por el que andar... Es el centro y, al parecer, el precio que hay que pagar por disfrutar de alumbrado, árboles de Navidad y espectáculos callejeros es que te roben parte del espacio de todos. Pero como dejan dinero en la ciudad, parece que casi todos han aceptado como un mal menor la invasión de veladores.

A pesar de la queja, el ambiente era de lo más prenavideño y a excepción de algunos incívicos que no saben usar las papeletas ni los contenedores, el trajín de unos y otros dejaban buen sabor de boca, el familiar olor a castañas asadas, oyendo acentos de todos los rincones de España y a algún que otro guiri guía en mano levantando los ojos del papel sólo para disfrutar de la giralda o la Catedral. Y los tunos (y tunas, que también las hay), rondando de calle en calle y sacándose unos duros antes de su gran noche ante la Inmaculada.

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