Sólo 1 de cada 100 gitanos accede a la Universidad, el 80% son mujeres; por eso la presidenta de la Federación Andaluza de Mujeres Gitanas, Beatriz Carrillo afirma que el máximo reto de este colectivo es “llegar a las escuelas” para “terminar nuestra autonomía y competir en pie de igualdad con el resto de la ciudadanía”.
Durante su intervención en La Entrevista de Ondaluz Sevilla Televisión, la presidenta de Falaki reconoció que para lograr esa igualdad plena, que en el caso de las mujeres gitanas es “doblemente” complicado, “no hemos tenido que romper con nada. Pero partimos de unas distancias mayores que el resto de la población”.
Carrillo quiso aclarar que “hay un mito que responde al estereotipo de que a las mujeres gitanas nos tienen que permitir, nos tienen que dar la autorización, para nada. Ni a nadie le ha extrañado que mujeres gitanas quisiéramos seguir estudiando. Sí es verdad que hay situaciones de exclusión severa donde terminar las escuela es casi un acto de héroe”.
Por eso defiende la necesidad de la educación como elemento esencial de lucha contra la exclusión y la marginación del pueblo gitano porque, desde su punto de vista, “el desconocimiento es caldo de cultivo donde se fomenta todo tipo de prejuicios y estereotipos, que es la antesala del racismo”.
Beatriz Carrillo se revela contra el término “integración” de las políticas públicas, poniendo el acento en el hecho de que “todos los modelos de integración, asimilación o exterminio han fracasado”.
La presidenta de Falaki echa en falta la presencia de la comunidad gitana en las instituciones y en los espacios de decisión del poder, poniendo en valor el sitio que tanto PP como Podemos han dado en un momento dado en sus listas a sendas mujeres de etnia gitana. “Tenemos que aspirar a tener esa voz en los parlamentos, y no tienen que llegar uno ni una, tienen que llegar muchos gitanos; los gitanos no podemos estar invisibles”, apunta.
Para Beatriz Carrillo realidades como la del Vacie o Polígono Sur son una “vergüenza para cualquier sociedad que se considera avanzada”, que obligan a una “reflexión” sobre si “a lo mejor no estamos invirtiendo bien nuestros esfuerzos o nuestros presupuestos”. Según sus palabras, hay “una hipocresía social de pensar que a la gente le gusta y les mola vivir de esas condiciones. A nadie le gusta eso porque, además, la pobreza mata”.