Un suelo encharcado salpicado de húmedos espejos que se quiebran a cada paso, temblorosos en un ejercicio de caóticas ondas que distorsionan mi entristecido reflejo. Alzo la vista y contemplo una autopista de grises nubes empecinadas en atrapar cualquier atisbo de luz. Entre ellas, intermitente y curioso, se asoma un espléndido sol de invierno. Hoy es jueves y mañana hace una semana en la que, recostado en la cama, en esa habitación junto al salón y a tu colección de botellitas de licores, cerraste los párpados para decir adiós a algo más que al dolor.
Tres nietos, agitados ante la inminente llegada de la Navidad, aún no son conscientes de que han perdido al mejor de los abuelos con el mejor ataque de risa jamás contempladoTres nietos, agitados ante la inminente llegada de la Navidad, aún no son conscientes de que han perdido al mejor de los abuelos con el mejor ataque de risa jamás contemplado. Cualquier evento, cualquier celebración, cualquier reunión, cualquier comida, dejará de ser lo mismo… mi amigo invisible capaz de regalar un jamón de madera y un queso de goma espuma, capaz de construir, a escala, toda la Breña con un buen puñado de golosinas y el Puerto de la Albufera con gomitas bañadas en azúcar.
Mala fecha para irse. Un quinto de cerveza. Una tapa en Napoleón, junto al Mercado. En Rufo un chuletón, si es de Ávila, pues mejor. Te bastaba un rayo de sol, esquinado el dolor, para echarte a la calle. Esas aceras, por la izquierda, siempre a la izquierda, desde Madrid a Nueva York, pasando, por qué no, por Antequera hasta volver al Bar de Presenta. Almadrabero que ya echo de menos tu atún crudo con aceite de oliva y un chorrito de limón.
Hoy es jueves, y no es un mal día para volverse loco. La mirada fija en la Lonja Vieja y en esa desembocadura del río aún más bella con la marea llena.
Historias de la puta mili en Ceuta en tiempos de gaviota en tomate. Si me caso, una silla, aunque permanezca vacía, estará esperándote.
No es un mal día para volverse loco pero ya va siendo hora de mandar a tomar por culo este desastroso año. A los días del año que viene le faltarán dos corazones, dos almas y dos sonrisas, tan necesarias para que un servidor llegue feliz a sus noches. Qué les voy a decir, en este mundo, precisamente, no sobran las almas, ni los corazones, ni los ataques de risa.
Parece que el día está abriendo. Los que seguimos caminando entre los charcos que crean espejos nos centramos en lo cotidiano. Ayer perdió el Madrid, el PSOE saldrá de San Telmo y las guerras asolan medio mundo. No es un mal momento para volverse completamente loco. Pero tengo cerca tu herencia en forma de maravillosas personas, esas que engendraste y educaste a base de firmes valores.
No es un homenaje, es que me estoy volviendo loco. Comencé este artículo bajo un diluvio y ahora el azul ocupa, de esquina a esquina, todo el firmamento. Solo unas enervadas rachas de viento me recuerdan el principio. Una gaviota trata de mantener el vuelo. No puede y se posa sobre una farola apagada. Llega otra y la empuja con su ala izquierda. Sonrío y luego suelto una poderosa carcajada y me acuerdo de tus eternos ataques de risa y siento que no puedo parar, pero estoy solo en la oficina, delante de la pantalla del ordenador… quien me escuche pensará que sí, que me he vuelto loco, pero quienes me lean sabrán que no, todavía no, simplemente estaba pensando en ti, estaba pensando en Chabolo. Y ahora, tras la risa, como siempre me pasa, lloro. Es para volverse loco y hoy no es un mal día. Lluvia y luego sol. Risa y luego llanto. Esto es vida. Un beso, un loco beso, para toda tu familia.