Pedro Sánchez no tiene un Gobierno, su Consejo de Ministros funciona como una incubadora de candidatos a la presidencias autonómicas. Primero Illa, luego Iglesias. Ahora, Reyes Maroto, que abre la opción de ir también de segundo si el número uno se revela como soso, serio, formal y, aunque no lo incluyan explícitamente en el eslogan, torpe. Como Gabilondo. Lo de Reyes Maroto es marciano. La ministra que quiere subir el diésel y se niega de plano a bajar el IVA turístico es, según la prensa afecta, un fichaje bomba. Revestida de prestigio, se presenta como un revulsivo para los socialistas, que insisten en que no van a subir los impuestos si tocan poder pese a que María Jesús Montero ha hecho números y dictado sentencia. Este Gobierno nos sale a pagar.
El problema está en que el prestigio no se ve por ninguna parte. Las agencias de viajes pueden dar fe de la nefasta gestión de Reyes Maroto al frente del Ministerio. La han acusado de mofarse de sus desgracias. Para que nos hagamos una idea. La polémica sobre la entrada de turistas internacionales en Semana Santa también da buena cuenta de que las responsabilidades le quedan grandes a esta economista que, por otro lado, ha asumido las tesis de Pedro Sánchez contra la hostelería y el sector turístico. En Madrid, donde vitorean a Díaz Ayuso en bares, restaurantes y comercios por su política aperturista, sin dejar de cuidar la salud, Reyes Maroto debe parecerles, en el mejor de los casos, sosa, seria y formal. Si rascan, probablemente también torpe.
Prestigioso en el PSOE es simplemente un adjetivo que cuelgan en el nombre de los elegidos como si se tratara de un complemento: sombrero, corbata, un broche, prestigio. No es necesario acumular méritos. Incluso uno puede tener prestigio acumulando exclusivamente deméritos.
Este pretendido (y fracasado) golpe de efecto de la factoría Sánchez&Redondo pone de manifiesto, por otro lado, que las encuestas de los socialistas deben arrojar unos resultados malos. O malísimos. Desde luego, no los de Tezanos. El PSOE no lidera debates. Gabilondo se muestra como entusiasta seguidor de las propuestas de Díaz Ayuso, que copia sin disimulo (ahora no cerrará el Zendal ni tampoco incrementará la presión fiscal -já-). Desdibujado, el presidente del Gobierno se muestra nervioso indisimuladamente. Salvo milagro, Madrid le pasará factura.
Se esfuerza para ilusionar a los españoles, pero sospechamos ya que solo es un ilusionista. Nada por aquí, nada por allá y alehop. Pero se ve el truco. Ha probado otra vez con los fondos de recuperación de la UE, en el disparadero por un recurso alemán que, de momento, retrasa su puesta en marcha. Y lo que tendremos que ver todavía porque las elecciones madrileñas son el 4 de mayo. Sánchez comienza a mostrar síntomas de agotamiento. Y poco se habla. Pero, mientras se va gestando el fracaso socialista en Madrid, en Andalucía le plantan cara. Susana Díaz se resiste. Y ni Espadas lo tiene claro ni, en este caso, hay poder suficiente para sacar a algún ministro un billete de AVE con destino a Sevilla. Solo ida.