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Sábado 16/11/2024
 
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Torremolinos

Mi homenaje a los abuelos

En estas crónicas, Jesús Antonio San Martín, desarrolla lo más representativo del ayer y el hoy de Torremolinos.

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Con este exiguo trabajo que de alguna manera pretende ser poético y que desinteresadamente contribuyo como franco homenaje a todos los abuelos y abuelas -vocablos cariñosos que incluyen a cuantas personas alcanzaron la edad del retiro y a todas aquellas que, sin haberlo alcanzado aún, han sido bendecidas con nietos-, particularmente a los abuelos y abuelas del Torremolinos que me abrió sus anchas puertas y donde la vida entera forjé, me despido oficialmente, no sin tristeza, de esta sublime página que durante siete largos años tuvo a bien acoger los trazos vacilantes de mi bisoña pluma en las casi trescientas ochenta crónicas aportadas, no pocas de ellas repetidas (y corregidas) a petición de los lectores.

Como a mis mayores, me llega el turno de enclaustrarme en el rincón de las nostalgias y las meditaciones. Dos tercios de siglo -más de la mitad felizmente vividos en Torremolinos, sin contar años de visitas previas- así lo imponen, aunque hay por delante otros caminos inexplorados, austeras sendas de dorado albero por los que tímida y prematuramente se adelantó el pie. La sorpresa más grata que me llevo en las maletas -repletas de placenteras experiencias- es la de saber que la página de "Crónicas de Torremolinos", de la que me considero un simple recopilador, ha sido objeto de colección por parte de incontables amantes del municipio, incluídos muchos jóvenes en edad escolar. Dada la relativamente escasa tirada del semanario, en buena parte de los casos ha sido de obligada conformidad la oportuna fotocopia de la coleccionable página. Algunos lectores hasta sugirieron la impresión de los trabajos más significativos en un solo volumen, a modo de antología.

Mis más sinceras y expresivas gracias a cuantos me otorgaron su confianza, que no la merecía, e hicieron posible la existencia de esta concreta página del semanario "Torremolinos Información". Mi gratitud manifiesta al señor alcalde y a los señores ediles del Ayuntamiento de Torremolinos y a los amables miembros de las áreas municipales de Cultura y Prensa.

Mi reconocimiento a los incansables publicadores del "Torremolinos Información" y muy especialmente a la sufrida redactora y a la vez directora del semanario, Sara Lázaro, que fue mi madre y hermana en estas lides. Y, cómo no, mi profundo agradecimiento a los lectores que con paciencia me han soportado durante estos siete años y cuarto, a pesar de las muchas inexactitudes que involuntariamente inserté y por las que recibí sabio consejo y corrección de cuantos sabían mucho más que yo y a los que sigo considerando como dignos dechados.

Un millón de gracias a todos y hasta siempre.

LOS ABUELOS
Poema de Jesús Antonio San Martín

De noche, sobre su almohada,
solitarios, los abuelos
despiertan a la añoranza
y deshojan los recuerdos.
Desgranan la madrugada
sobre el colchón del silencio
y encienden horas amargas
de adormilados ensueños.
Ilumina la nostalgia
todo su cándido ayer
y en el tren del tiempo viajan
al mundo de su niñez,
genuino paraíso
de esplendor y de beldad,
regado por cristalinos
ríos de felicidad.
El cuaderno de los años
ha emborronado sus páginas
de días gloriosos y ásperos,
de horas alegres y lánguidas.
Cual si fuera sacro texto,
con mustio y borroso empeño
lo repasan los abuelos
en sus años postrimeros.
El viejo añorado hogar
que ya el tiempo ha derribado
guarda la estancia natal
y el lecho inmortalizado.
Viven los progenitores
en un ajado retrato
que, huérfano de colores,
los besos han desgastado.
Una gruesa enciclopedia
de amarillento papel
conserva el sabor a escuela
y, del maestro, la tez.
Los compañeros de clase,
los amigos de la infancia,
sus nombres, fechas y faces
viven en la remembranza.
De aquel prístino trabajo
de adolescencia, el taller
ocupa un puesto preclaro
y el viejo patrón en él.
Los deberes de la Patria
coparon los años mozos,
nuevos amigos en gracia
lo serán por tiempo todo.
La vida, nuevo comienzo
procura y abre las puertas
para ganarse el sustento:
cuatro décadas inciertas.
El amor, en la ventana,
cerca de los años treinta,
ya viste sus galas albas
y el nido a tejer comienza
y se llena de alegría
con el anuncio primero
del palpitar de otra vida
que exige amor y desvelos.
La alforja llenan los años
de retoños, como premio;
los padres, ilusionados,
en los hijos se ven ellos
y, sin remedio y demora,
viven un nuevo comienzo;
como antaño y como ahora,
la vida sale al encuentro
y los padres, en conciencia,
dan lo mejor a sus hijos,
curtidos por la experiencia
de los años que han vivido.
Los padres, sin excepción,
viven de nuevo la escuela
y el taller y la ilusión
que en sus hijos dejan huella.
Y pronto les llega el día
en que se van del hogar,
que es sagrada ley de vida,
para otro nido formar.
Brotan los tiernos retoños,
hijos de los hijos, nietos
que alegran los días todos
de los padres hoy abuelos,
y la escuela y el taller
serán las preocupaciones
que han de vibrar en su ser
y mover sus corazones.
Sin tregua y vacilación,
tiempo, esfuerzo y aún dinero
de su mermada pensión
dan al punto los abuelos.
Por su entrega sin recelo,
sin excusa y condición,
¿no merecen los abuelos
plena consideración?
Si al paso de tantos años
la soledad les embarga,
¿no ha de estar en nuestras manos
procurarles fiel compaña?
Una carta, una llamada
si están en la lejanía,
han de serles para el alma
gran motivo de alegría.
Si abrigo y ropa les falta
y les falta el alimento,
¿no está abierta nuestra casa
para darles el sustento?
Es sagrado cometido
de hijos y nietos, cuidar
de padres envejecidos
que amor les supieron dar.
Por su gran abnegación
y por todos sus desvelos,
pronta y continua atención
merecen nuestros abuelos.

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