¿Sonar, sonar,…? SUENA. Y como el estruendo golpea casi todos los sentidos, despiertan las gentes de sus ensoñaciones, asombradas de que lo que ayer era, al día siguiente, ¡que decir!, a la media hora, ya no es. Y si fuese algo más liviano, más llevadero, cierta tranquilidad se percibiría. Pero parece que leve no va a ser. Cada instante algo más perturbador viene ocurriendo y quienes deben afanarse, y posiblemente estén en ello, a su pesar y el de todas las multitudes afectadas, no dan con la tecla para evitar las consecuencias nefastas que ya se están viviendo.
En tiempos de Guerra no parece que sea adecuado mantener las premisas de una economía de libre mercado que todo lo fía a la libre competencia. Porque la avaricia de unos pocos descolocan los pilares de los derechos humanos en sociedades y estados que dicen garantizarlos. Sin embargo los gobiernos de Europa y EEUU, que planifican fundamentalmente la ayuda militar a Ucrania, coordinan las sanciones contra Rusia, no parecen entender que las grandes multinacionales que controlan la energía, también deben ser encorsetadas en bien de una parte de la humanidad que debe seguir viviendo dignamente y la otra que tiene derecho a ello y debe alcanzar el nivel de vida consecuente.
Naciones Unidas (ONU) a la cabeza de los países más prósperos de la tierra donde, y no es causalidad, se residencian las grandes empresas que controlan los combustibles y las producciones de energía eléctrica, deben asumir ya, sin dilaciones, que esta Guerra de Ucrania, en un contexto de la crisis mundial por el calentamiento global y los desequilibrios económicos de la globalización de los mercados, ha generado una emergencia a escala planetaria. Teniendo esto presente bien harían los gobiernos en coordinarse para atenderla de forma que, si el detonante de los mayores desequilibrios es el encarecimiento de la energía, pongan remedio sin tardanza, asumiendo la gestión de las fuentes energéticas y poniéndolas al servicio de las necesidades de los pueblos. Buen momento para acordarse del Artículo 128 de la Constitución Española de 1987 que dice:” 1.-Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general. 2.-Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general.” Es la fórmula que en la carta magna permite impedir el seguir aplicando la máxima capitalista: “Socializar las perdidas y privatizar las ganancias”.
Cuando el Sr Borrell, “jefe” de la diplomacia de la UE, y otras personalidades del mundo de la política o de la finanzas, como la Sra. Ana Patricia Botín, de 61 años, presidenta del Grupo Santander que el mes pasado informó de beneficios de 8 mil 124 millones de euros en 2021, una de las mujeres más poderosas según la revista “Forbes”, dicen que esto se arregla con bajar unos grados la calefacción de las viviendas, es que han asumido que las grandes empresas energéticas, donde seguramente tienen un paquetito de acciones, no van a parar de hacer su “agosto”. Nadie duda de que las subidas de los precios de la energía son la causa de una inflación galopante que dispara al alza los precios de forma escandalosa, llegando al alcanzar un record trágicamente histórico de un Índice de Precios al Consumo (IPC) cercano al 9%. Y si tan claro es: ¿por qué los estados no nacionalizan las empresas energéticas y todas las fuentes de producción de energía? Como decía Hipócrates “A grandes Males, grandes remedios” y debe añadirse “prontamente”, porque dejarlo para “mañana”, como enfatiza el más que humorista José Mota, solo agrava los males que de no atajarse a tiempo pueden gangrenar todo el tejido social. Todo tiene un límite y si agua lleva ¿A qué se está esperando?
Fdo Rafael Fenoy Rico