Estaba el sapo verrugoso croando aquella noche en una de las últimas charcas de aquel alejado paraje ¿Qué haces sapo? le pregunto el nazareno. Esperando a ver si acude alguna hembra para perpetuar nuestra familia. Cada vez hay menos lagunazos y somos menos los de mi especie. El nazareno asintió cabizbajo: a nosotros nos pasa lo mismo, también somos cada vez menos y menos los arenales en los que vivimos. Así se lamentaba aquella singular planta con inflorescencias en forma de capirote revestido de pequeñas flores moradas. Mira como huyeron de aquí al lado, de Arraijanal, los camaleones, los lirios de mar y hasta los espíritus fenicios que nos acompañaron durante tantos siglos. Habrá que ir preparando las maletas batracio amigo, prosiguió, aunque no sé a donde iremos o si desapareceremos para siempre. Los humanos quieren construir aquí en La Cizaña unos edificios para su goce y disfrute. Me entristece aún más cómo lo habrán conseguido, si este reducto se suponía que era de dominio público para la biodiversidad.
Los humanos quieren construir aquí en La Cizaña unos edificios para su goce y disfrute. Me entristece aún más cómo lo habrán conseguido, si este reducto se suponía que era de dominio público para la biodiversidadLa biodiversidad es la expresión máxima de la vida, tan exclusiva de nuestro planeta. Es imposible entenderla sin esa pluralidad de prototipos interconectados entre sí para una mayor eficiencia de la biosfera. No hay nada nuevo que no haya ocurrido antes en nuestro planeta. Las efímeras especies humanas son un paréntesis en la evolución, en la que es difícil interpretar su significado más allá del metafísico del alma. Si el Universo tiende al desorden, a la entropía, la vida surgió como un caprichoso prototipo para recomponer el orden. Las evidencias demuestran que Homo sapiens es un eslabón más en el linaje de las especies de los homínidos. Como aquellos neandertales que desaparecieron víctimas de su carácter individualista, la nuestra lo hará por su ansia consumidora. Es posible que la nueva que surja tras nuestros irreparables daños al planeta triunfe porque sepa reconstruir la biosfera. Debemos ir pensando que la demandada solidaridad con las generaciones venideras haya que extenderla a las especies que nos sucederán. Seguro que ellos recuperarán el sapo verrugoso, el nazareno de flores pequeñas y hasta los ecosistemas naturales de La Cizaña. En el escueto reloj humano largo me lo fiais señora biodiversidad, pero son apenas unos segundos en el ciclópeo reloj del planeta. A buen seguro que su hija Evolución lo conseguirá.