Para hacer las cosas bien hechas, hemos intentado recabar datos en los libros de asiento de nuestra necrópolis, encontrándonos con la sorpresa, que de la época de los fusilamientos han desaparecidos, incluso hay uno con las páginas de ese periodo extraídas. Así que por ese conducto no podemos hacer otra cosa que afirmar que hubo muchos crímenes y criminales.
También existe un plano custodiado por el Archivo Municipal de El Puerto que aunque tiene fecha de 1938, en el figuran fosas comunes que a mi parecer no tienen relación con lo acontecido a partir del 18 de julio de 1936.
Resulta que antes, en, y después de aquellos siniestros eventos producidos por la sedición militar, había en El Puerto mucha carencia de medios económicos, incluso para los enterramientos. Además no existían seguros de defunción como ahora, razón demás para pensar que las fosas del plano no tuvieran nada que ver con los fusilamientos y sí como lugar de enterramiento de los pobres de solemnidad como gustaba decir a los que limpiaban sus conciencia con las limosnas.
Yo aunque era un niño, pero que tenía la sensibilidad de un mayor, sabía en la parcela que estaba enterrado mi padre pero no el sitio exacto. Por eso y por otros detalles estoy en condiciones de orientar sobre el lugar sin perjuicios de que enterraran en otros lugares que yo no supiera.
Cuando he dicho otros detalles, fue que en una misa celebrada en la capilla del cementerio en el 36 o todo lo más en el 37 durante su celebración me dio por entrar coincidiendo con una señora que dijo venir de Sanlúcar a la que le habían asesinado los falangistas un hijo en El Puerto, la señora con un ramo de flores entre sus brazos sollozaba sin consuelo no percatándose del silencio de la misa. Preguntaba dónde estaba su hijo para depositar el ramo.
Un señor que escuchaba el funeral le espetó: señora reparta las flores (señalando la extensa fosa situada pasando la capilla a la izquierda del primer patio) que algunas recibirá su hijo.
El otro detalle es que un amigo mío que por fortuna vive, trabajaba en el Ayuntamiento en la Delegación de Vías y Obras, al parecer bajo las órdenes del secretario general del Cabildo Federico Sánchez Peces que a su vez poseía un campo en lo que hoy es la barriada de las Nieves. Este señor, mandó arreglar el pavimento del camino hasta la entrada de su vereda. Un día de verano con un calor insoportable, contaba mi amigo, fue sorprendido por Sánchez Peces, cuando descansaba a la sombra de un vallado de tunas. Al día siguiente lo mandó al cementerio donde junto con otros obreros abrían zanjas con picos y palas para construir encima de las fosas de los fusilados nuevas sepulturas. Mi amigo Paco lo pasó mal, me contaba como a otro compañero se le enganchó un cráneo en la espiocha. Precisamente era cuñado de una víctima enterrada allí, Carlos de la Flor. ¿Quién sabe si era la calavera del marido de su hermana?
Ésta era la catadura moral de aquellos personajes que tantos golpes de pecho se daban por doquier.
La otra fosa, enorme, situada en el tercer patio a la derecha, ahí, es donde pudieran estar los fallecidos en el penal por hambre que fueron más de doscientos.
Las dos fosas fueron profanadas sin el más mínimo respeto para construir encima sepulturas unas de perpetuidad y la mayoría de propiedad.
En otros lugares como es el caso de Ronda a los Rojos como gustaban decir al tripartito formado por el ejército franquista, los terratenientes vinculados con el capital industrial y la iglesia católica, (porque los falangistas no fueron más que unos mandados sin escrúpulos) no permitían que los asesinados por ellos fueran enterrados dentro del cementerio católico, aunque entre las víctimas los hubiera católicos como pasó en El Puerto con los hermanos Cossis Ochoa y algunos más.
Hoy en Ronda están aunque en fosa común, respetados con una inmensa sepultura de mampostería rodeada por una guarnición botánica bien cuidada. Como la fosa estaba fuera del recinto sepulcral, al ser ampliado este, la tumba ha quedado dentro.
Que más hubiéramos querido los familiares tanto de las fosas de los fusilados, como la de los muertos en el penal por hambre y carencias sanitarias de todo tipo, que los señores influyentes de aquel nuevo régimen al menos hubieran imitado a los rondeños con lo cual hoy tendríamos más fácil el camino para identificar a los nuestros.
Miembro del Foro por la Recuperación de la Memoria de El Puerto de Santa María