Dos años sin poder procesionar debido a las lluvias y los episodios tristes del Martes y Miércoles Santo, la Humildad y Paciencia brilló y se desquitó con creces por las calles portuenses. Con un andar decisivo y elegante, los de la Aurora retomaron esas imágenes pretéritas de ese Señor pensante y majestuosos como él. El canasto va camino de convertirse en una auténtica obra de arte y completar, así, en un paso a destacar.
Con la cofradía montada en la calle San Sebastián, los nazarenos se fueron incorporando al caminar de los Titulares. Con algún que otro contratiempo en la pequeña puerta de la capilla de la Aurora (tropezó una de las perillas con el dintel), la Virgen del Desconsuelo lucía como en las mejores galas con los sones de la Banda de Música de Olvera. Anteriormente, y ante una plaza abarrotada, el respetuoso silencio acompañaban con las miradas. Éste roto con una enorme ovación, que tronó ante el esfuerzo realizado por la cuadrilla.
Repuesto del esfuerzo inicial, la Humildad ya se encontraba nuevamente en la calle, dándole el sentido a la majestuosa tarde que se presentó de Jueves Santo.
Había ganas de ver procesiones, y aún en la retina con las desagradables estampas vividas recientemente, la Hermandad lució sus mejores galas.
Nazareno, también
Horas después de su recogida, le llegaba el turno a otra cofradía, que también pudo realizar, sin mayores problemas, su Estación de Penitencia. El Nazareno salió por la madrugada y se recogió al mediodía, completado, así, su recorrido. El año anterior, y de forma sorpresiva, la lluvia obligó a una recogida anticipada y triste. En ésta, la Virgen de los Dolores pudo pasearse por la zona marinera y evocar el sello inconfundible de una de las Hermandades con más arraigo marinero.