La Revolución Cultural China no fue sino la cólera surrealista en las calles. Esto sólo podía ser la obra de un poeta. Mao dominaba la técnica de la poesía clásica china. Poesía culta. Poco o nada accesible al pueblo. Poemas compuestos sobre una melodía tradicional preexistente. Mao fue reacio a publicar su obra poética debido precisamente a su carácter clasicista. Él entendía que esto vinculaba a una visión conservadora. Era más conveniente difundir la poesía moderna. De hecho, hay todavía bastantes textos inéditos, según los expertos. Por otra parte, encontramos su conmovedora modestia (desde luego, falsa): “estos poemas carecen de sabor poético y no tienen características singulares”. Algo incierto. La poesía de Mao Zedong es de extraordinaria calidad.
Rojo, naranja, azul, añil, violeta, verde y amarillo: / ¿quién en el cielo danza ondulando esta cinta de colores? / El sol poniente ha vuelto, tras la lluvia, / y se tornan azules a trechos las colinas (“Dapodi”, según la melodía Pu SaMan).
No digáis que aún no es hora de partir. / Pensad que recorrimos / tantas verdes colinas y aún no somos viejos, / y que nunca admiramos un paisaje tan bello (“Huichang”, según la melodía Chiang Ping Lo).
A cada lado de la Gran Muralla, sólo una blanca vastedad. / En el gran río, de extremo a extremo, / el caudal está helado y perdido el oleaje. / Las montañas danzan y danzan / como serpientes de plata (“Nieve”, según la melodía Sin Yuan Chun).
Sin embargo, Mao introduce en su poesía temas actualizados de la realidad histórica. La política, la ideología, la vida cotidiana, la guerra. Envolviendo a los motivos poéticos de siempre, como la naturaleza, el amor o el paso del tiempo, aparece en todo momento su militancia revolucionaria en una síntesis prodigiosamente equilibrada, de manera que su expresión resulta sorprendente por la sutileza del lenguaje. Espíritu oriental. Exquisitez metafórica. Incluso en la prosa teórica de Mao hallamos, intercalados, no pocos rasgos líricos.
Tomando como ejemplo el motivo del amor en la Literatura, Mao lleva a cabo una serie de puntualizaciones de suma importancia desde el punto de vista de un arte a favor de la causa popular: “Si de amor se habla, en una sociedad de clases no puede haber más que amor de clase; pero esos camaradas andan buscando una amor por encima de las clases, amor en abstracto, así como libertad en abstracto, verdad en abstracto, naturaleza humana en abstracto, etc.” (“Intervenciones en el foro de Yenán sobre Arte y Literatura”, mayo de 1942, Obras Escogidas, vol. III, Editorial Fundamentos, Madrid, 1974).
La Literatura (como el Arte en general) ha de estar comprometida con el socialismo y conectada a los intereses de proletarios, campesinos y soldados. Pero los planteamientos culturales y artísticos de Mao, inscritos de lleno en el marxismo-leninismo, están muy matizados: “Debemos recoger la rica herencia y las buenas tradiciones del Arte y la Literatura que nos han legado las épocas pasadas de China y del extranjero. (…) No nos negamos a utilizar las formas artísticas y literarias del pasado, pero en nuestras manos, estas viejas formas, remodeladas y con un nuevo contenido, se convierten en algo revolucionario y al servicio del pueblo” (“Intervenciones…”).
El Arte y la Literatura no están por encima de las clases sociales. Es materialmente imposible. No se dan el Arte ni la Literatura en estado puro, al margen de las condiciones socioeconómicas y de la ideología. Esa pretendida pureza manifiesta sin embargo los intereses del bloque hegemónico. El proceso es complejo. “Las obras artísticas y literarias, como formas ideológicas, —escribe Mao— son producto del reflejo en el cerebro del hombre de una existencia social determinada” (“Intervenciones…”).
Mao dejó una afirmación terrible. En una sociedad clasista, insistía, “la naturaleza humana no es, en esencia, más que individualismo burgués” (“Intervenciones…”).
En la poesía de Mao Zedong confluyen, conscientemente, el arte y la política constituyendo una obra de extraordinaria energía lírica, y pulcra elaboración, exenta de connotaciones panfletarias.
Al pie de la colina flameaban las banderas y estandartes. / En la cumbre se oían sonar nuestros clarines y tambores. / Espesas mareas las tropas enemigas nos rodeaban: / nosotros nos quedamos inmóviles igual que una montaña. (“Las montañas Chingkang”, otoño de 1928, Ediciones Vanguardia Proletaria, Ecuador, 2011).