Sagi, que fue director artístico del Real de 2002 a 2005; el actual, Antonio Moral; el director general del teatro, Miguel Muñiz, y el musical, López Cobos, presentaron ayer en rueda de prensa este nuevo montaje de Le nozze di Figaro, compuesta por Wolfgang Amadeus Mozart en 1786 con libreto de Lorenzo da Ponte basado en la obra de Beaumarchais, y que ahora producen el Real, la ABAO (Bilbao) y el Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria).
Con las entradas agotadas para las doce funciones programadas, esta producción, que cierra el día 27 “una temporada larga y dura”, según Moral, se emitirá el día 16 en directo a más de 60 cines de España y Europa, y se grabará en DVD para su posterior comercialización.
“Desde el primer momento pensé que Las Bodas tenían que ser hiperrealistas, en Sevilla, de época y con perfume español”, explicó Sagi, quien desveló que están intentando, aunque por el momento no lo han logrado, que en uno de los actos sea real el aroma del azahar de los naranjos porque quiere que la ciudad andaluza “sea un personaje más”.
El director, que cuenta por primera vez con ese “gran artista” que es Daniel Bianco –el que fuera director técnico del Real durante diez años– para la escenografía, quiere que la obra transmita frescura, sensualidad, diversión, locura, sufrimiento, ganas de vivir “y ese alma de los españoles que es esconder los problemas”.
Por eso, cada vez que la contessa canta la invitación al “lío” –a la infidelidad–, se “arrea un lingotazo de vino fino”; el fandango incluye castañuelas; y sus personajes van vestidos de “goyescos”.
Sagi, que hizo para el Real una aclamada versión de El barbero de Sevilla (2005), ha hecho, “de nuevo”, lo que quería porque, dice, él ya es “muy mayor” para hacer obras “de encargo”.
La producción “dura” más de cuatro horas, ha reconocido bromeando, pero sólo por escuchar al personaje de la contessa decir al final “yo soy más comprensiva y os concedo el perdón” merece la pena, asegura.
Moral destacó que esta obra es “eminentemente española y sevillana” y ese es el espíritu que Sagi ha querido mantener, con una producción “bellísima”.