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Sin Diazepam

Morir con las bragas puestas y un manojito de espárragos

Publicado: 22/03/2018 ·
11:35
· Actualizado: 09/04/2018 · 19:13
  • Parque Natural de La Breña -
Autor

Younes Nachett

Younes Nachett es pobre de nacimiento y casi seguro también pobre a la hora de morir. Sin nacionalidad fija y sin firma oficial

Sin Diazepam

Adicto hasta al azafrán, palabrería sin anestesia, supero el 'mono' sin un mísero diazepam, aunque sueño con ansiolíticos

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La lluvia cesa. El sol apenas lleva un par de horas desperezado, acomodado en un manto de grises nubes. Tal y como me recomendó mi segundo psicólogo (el primero se suicidó), acudo al Parque Natural de La Breña a recoger espárragos. Una actividad que me alivia la tensión del día a día porque durante unas horas lo más importante de mi vida es localizar esa planta fanerógama, o mejor, la forma fálica de esa verdura que se proyecta hacia el cielo desde la húmeda tierra. Así me olvido un rato del estrés que me provoca pensar en si podré alimentar a mi prole o sobre cómo debo enfocar mi relación con mi jefe, aunque todo esté íntimamente relacionado. También suelo, dependiendo de la época, recolectar níscalos o mariscar erizos de mar. Os juro por el dedo gordo de mi pie izquierdo que es una gran terapia, no más que meterme heroína mezclada con lentejas pero sí mucho más sana.

Gracias a los dioses estoy vivo, sin apenas secuelas y he recuperado fuerzas para relataros mi historia

Siempre me he considerado una persona inteligente. Aprendo rápido. El problema es que me creo mejor de lo que realmente soy. Llegué a los Majales del Sol, dejé el coche. Anduve por un camino de tierra y giré a la derecha. Con la cabeza gacha comencé a recolectar. Al cabo de un rato el cielo rompió en lluvia. Otra tormenta. Sus muertos.

Con un manojo de espárrago en una mano y una navaja en la otra, intenté desandar el camino para regresar al aparcamiento. Lógicamente, si me pierdo en la tienda de Imaginarium, en ese mar de pinos pronto sentí que estaba más extraviado que Rajoy en una marea de pensionistas. No tardé en ponerme nervioso. Llovía, el cielo estaba encapotado y mi forma física es pésima. Tampoco sé cómo diablos se mantiene la calma y la compostura. Pero lo peor es que mi imaginación siempre está activa.

Pensé que quizás jamás encontraría el camino a casa. Opción A: Tendrán que venir a rescatarme. Opción B: Moriré (de hambre no, tengo muchas reservas, pero sí de cansancio o atacado sin piedad por un camaleón mutante o un 'mistolobo'). Y entonces, cuando ya estaba asimilando mi destino me acordé.

Me acordé de que esa mañana, cuando iba a vestirme, no encontré ningún calzoncillo limpio o, en su defecto, seco. Muchos días de lluvia y poco dinero para la secadora. Así que le robé unas bragas viejas a mi mujer.

Estaba empapado, sucio, perdido en La Breña, con apenas diez espárragos en la mano, asustado y con unas bragas debajo del vaquero. No quería morir así. No por el dolor, no porque echaría de menos a mi familia y a los bares… no quería morir así por la vergüenza post mortem. Imaginaba la llamada de los servicios de Emergencias: “Creemos que lo hemos hallado, no respira, tiene los ojos claros y lleva bragas con agujeros múltiples”. Le enseñarían la prenda a mi entristecida esposa y ella diría: “sí, son mis bragas. Pensaba usarlas como trapo, ahora ni eso”.

Y como periodista que soy, también me acojonaban los titulares de los medios. Buscarían el morbo como he hecho yo toda mi vida. El puto karma me azotaría el empapado culo el día de mi muerte. ‘Muere con apenas cinco espárragos recogidos y con las bragas de su mujer puestas’.

Con esos pensamientos acompañándome a cada paso y justo antes de decidirme a quitarme las bragas y esconderlas en una madriguera de conejo por si las moscas, vi mi coche. Siendo sincero, estuve unos interminables diez minutos desorientado, pero qué diez minutos madre mía. Hasta pensé en comerme un brazo al más puro estilo ¡Viven!

Gracias a los dioses estoy vivo, sin apenas secuelas y he recuperado fuerzas para relataros mi historia, que espero sirva de ejemplo para aquellas personas que jamás le dieron importancia a esa frase que soltaban las madres: No salgas nunca con los calzoncillos sucios o los calcetines con agujeros… por si tienes un accidente. Una cosa es el dolor y otra peor la vergüenza.

PD: Cuando pensé que iba a morir con las bragas puestas... me excité.

 

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