Tal y como Rodion Romanovich Raskolnikov confesó, al anochecer, su crimen a Sonia Semenovna, me abro las venas en este artículo.
Siempre fue infiel, pero al cerrar mi compromiso con su vientre como testigo, enterré mi alma y mi pasión bajo su pielA diferencia de muchos lectores, y lectoras, a diferencia de la empalagosa realidad que me escupe las redes sociales, mi relación sentimental no es perfecta. Lo achaco a que, a medida que pasan los años, ella me va conociendo mejor. Sí, a medida que pasan los años, mis miserias y defectos afloran, intermitentes y sin apenas disimulo. Nunca me presenté como un príncipe azul, pero tampoco mostré del tirón todas las cartas de esta desquebrajada baraja que conforma mi ser.
Antes de ella, amé. Antes de mí, ella amó. Al conocernos, nos amamos los dos. Cerramos el pasado y sembramos el futuro. Siempre fui infiel, pero al cerrar mi compromiso con su vientre como testigo, enterré mi alma y mi pasión bajo su piel. No digo que no volvamos a amar a otras personas, solo afirmó que tendrá que ser ella quien me abandone esta vez. Siempre fui yo quien abandonó, quien quebró confianzas. Pero, hace tiempo supe, que a ella, no la dejaré… en todo caso, y conociéndome, me dejará (deseo que nunca pero tampoco la detendré) y entonces, los dioses dirán y mi corazón dictará si de este agua volveré a beber.
Cincelo, cual escultor, la pasión. La trabajo. Pero a veces, entramos en barrena, discutimos y nos enfadamos. Y entonces ella me dice… enseña esa fiera fuera, que la gente te conozca, ¿por qué me hablas así y con los demás sueles comportarte mejor? Y es cierto, pero no vivo con los demás. Vivo con ella, vivo por ella y por las dos vidas que nos laten en las entrañas y en las esquinas de nuestra casa.
La amo porque yo sería incapaz de amar a alguien como un servidor. La amo porque me ama tal y como soy, aunque tras muchos días soleados nos cubra, a veces, una tormenta. Jamás entendí a quienes me quisieron. No soy trigo limpio, no valgo la pena, no tengo nada, no quiero nada. Que conste, me encanta como soy pero reconozco que pienso demasiado en mí y me tengo en demasiada alta estima. En realidad soy muy poco sociable, aunque aprendí a ser hipócrita para poder relacionarme y dejar de ser un bicho raro…. Al menos de puertas hacia fuera.
De carácter mutable, camino casi siempre sonriendo aunque sea sobre las brasas de este infierno mío que nunca se apaga. No paro de darle vueltas a este coco. No soy belicoso, pero en guerra doy asco como enemigo. Hace tiempo dejé de competir, porque ni me gusta ganar (me apiado del perdedor) pero mucho menos me gusta perder. Así que busco las tablas.
Suelo mantener las distancias e incluso trabajé mi mandíbula para que resista insultos, provocaciones y desmanes de la ignorancia. Pero sé qué suele dolerles a las personas. Me percato con suma facilidad de los puntos débiles y cuando me enzarzo tengo una extraordinaria capacidad para dañar solo con las palabras. Luego me arrepiento, pero siempre es tarde.
Maquiavélico, egoísta, mentiroso, desgastado, vanidoso, hipócrita, rabioso, cabezón y sobre todo demasiado imperfecto. De hecho en el tintero me dejo mil y un defectos más.
"No, Sonia, no es eso ‑dijo, levantando de súbito la cabeza, como si sus ideas hubiesen tomado un nuevo giro que le impresionaba y le reanimaba‑. No, no es eso. Lo que sucede..., sí, esto es..., lo que sucede es que soy orgulloso, envidioso, perverso, vil, rencoroso y..., para decirlo todo ya que he comenzado..., propenso a la locura” (Crimen y Castigo).
No quiero ser como ellos, quiero ser como soy. No quiero que seas como nadie, quiero que seas como eres.