Primero fue el algodón, en los ochenta; después, la remolacha, en los primeros años dos mil; finalmente la construcción, actividad en la que el municipio y sus afamados tejeros eran referentes en toda España, con la crisis financiera de hace una década que se llevó por delante empleo y empresas, presente y futuro.
Arcos ha sufrido en los últimos 40 años estos tres mazazos en el ámbito laboral, algún desengaño memorable como la planta de biodiésel con la que Ebro Puleva trataba de salir del paso tras el cerrojazo de la planta azucarera, y una guerra política por la instalación de la central eléctrica de ciclo combinado que dividió al pueblo en dos hace ahora quince años y no resultó, ni mucho menos, un revulsivo para la economía local, tal y como preveían quienes estaban a favor.
Ahora, por cierto, vuelve a estar de actualidad después de que haya trascendido una investigación periodística que apunta a que Iberdrola contrató los servicios del comisario Villarejo para investigar a otras firmas de la competencia y desbloquear inversiones millonarias. Según las informaciones publicadas, entre los primeros trabajos llevados a cabo por tan siniestro personaje, que se ha movido durante gran parte del periodo democrático por las cloacas del poder, fue infiltrarse en el movimiento contrario al proyecto en la localidad serrana, valorado en 1.000 millones de euros, para desactivarlo. Fuera cierto o no su papel, la verdad es que el juzgado se negó a paralizar las obras, por la presunta ilegalidad en la licencia concedida, y el PSOE pasó del no en la oposición al sí una vez tomado el Ayuntamiento. La Junta, en esta línea, dio vía libre, agilizando los trámites medioambientales, paralizados hasta entonces.
El urbanismo salvaje, que no ha dejado espacio sin embargo a un gran hotel (no todo el mundo puede costearse una estancia en el Parador, que tampoco cuenta con una gran capacidad) y los problemas de movilidad en el núcleo urbano no han contribuido a que el turismo despegue, alternativa a los fiascos en los sectores agroindustrial, de construcción y energético, pese a que Arcos lo tiene todo. Antonio Burgos (cualquiera de sus muchos artículos sobre la provincia valen infinitamente más que cualquier cosa que se pudiera escribir en esta página) relata una anécdota registrada en una ocasión en la que Jesús de las Cuevas hacía las veces de cicerone de un embajador sudamericano en Roma. “¿Cuánto tiempo se necesita para visitar Arcos”?, preguntó el diplomático. “Toda una vida...”, dice que le respondió el afamado escritor. Sin embargo, el rico patrimonio del municipio, tal y como hace ver Burgos, “no merece a veces ni un día de estancia de los turistas convencionales”. Un contradiós. Y un problema.
Puede ser que Arcos perdiera, qué contradicción, con la construcción de la autovía con Jerez. Así lo sostiene alguno de los alcaldes arcenses, dado que la vía rápida conecta ambas localidades en apenas 15 minutos, de manera que la comodidad del viaje y la amplia oferta hotelera en la gran ciudad, invita a visitar el pueblo y marcharse sin hacer gasto. También perdió protagonismo en la comarca como cabecera en favor de Villamartín, donde se ubicó, entre otros servicios públicos, el hospital. Pero todo esto no ha sido desde luego por el empeño de sus regidores.
Si bien en los ochenta, como la práctica mayoría de municipios, el Ayuntamiento se dedicó a urbanizar por la falta de saneamiento, pavimentación o electricidad, en los últimos años se ha recuperado patrimonio como la Casa de los Paletos y la Capilla de La Misericordia, se rehabilitó el teatro y se construyeron los tres accesos de la localidad. Hasta estrenó playa interior y club náutico en el lago. Y ha reivindicado el legado cultural de los hombres de letras, Antonio y Carlos Murciano, José y Jesús de las Cuevas, Julio Mariscal, Juan de Dios Ruiz Copete, Antonio Luis Baena o Antonio Hernández, que han hecho llamar al pueblo Arcos de los Poetas. Así las cosas, hay división de opiniones sobre el futuro inmediato. Si el turismo es la clave o hay que volverlo a intentar con la agricultura y la ganadería. En cualquier caso, Arcos juega a favor con el carácter emprendedor de sus gentes y con la imponente belleza del pueblo, bien visible, encaramado a la peña.