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Miércoles 20/11/2024
 

El sexo de los libros

¿Reivindicación del conde don Julián?

Dicho sea de paso, no merece la pena dedicar ni una línea a la reyerta prostibularia entre partidos que estamos presenciando.

  • 'Correfoc' Palma de Mallorca

En el primer plano de la actualidad comparecen (¿y cuándo no?) los demonios de España. Ahora  más entusiasmados en razón de un laberinto político nacional que viene a coincidir con este tiempo que corre de máscaras carnavalescas. Dicho sea de paso, no merece la pena dedicar ni una línea a la reyerta prostibularia entre partidos  que estamos presenciando.
 
El mundo todo es máscaras. Todo el año es carnaval, es el título de un célebre e intemporal  artículo de Mariano José de Larra (publicado en marzo de 1833)  en el que se fustigan sin misericordia falsedades, hipocresías, confusionismos interesados  y demás  falacias de una sociedad podrida hasta sus raíces. La sociedad española del siglo XIX, del XX, del XXI. La sociedad estándar de criminalidad serial en su reincidente dimensión auto-reproductiva. Larra y el suplicio de España.  Al poeta órfico Leopoldo María Panero (1948-2014) le ocurrió lo mismo bajo la forma de un sodomítico  desgarramiento del ano: “Es una putada nacer en España”, decía; y también: “En España se puede mentir, robar y asesinar en nombre de Dios. ¡Pero ay de aquellos que meen en la calle! Desearán no haber nacido”.

El autor de Narciso en el acorde último de las flautas (1979) fue de los pocos intelectuales (un auténtico visionario más que un intelectual) que llegó a comprender la deriva colectivamente psicopatológica, sociopolíticamente caótica en grado superlativo y mastodónticamente cutre, desde el punto de vista cultural, de España desde una fase inicial de agudización del proceso degradante que se sitúa en torno al último tercio de la pasada centuria y que, con el transcurso de los años, alcanza, en el momento presente, cotas de la más extraordinaria alarma. De ahí que, en 2012, Panero emitiera uno de sus exabruptos más perturbadores cuando dijo aquello de que “ETA es la verdadera y única oposición que hay contra el gobierno” (Entrevista en Jot Down, junio de 2012).

¿Será necesario volver a reivindicar al misterioso  conde don Julián? ¿Relanzar el asalto a los baluartes, más resistentes de lo que creíamos, de la España sagrada? Pero, además, los intentos de desacralización de las esencias hispánicas, ¿no se han construido también con la argamasa de un espiritualismo paranoico que, aunque presuntamente invertido, viene a configurar una versión grotesca de la misma monstruosidad histórica?

Puesto que ha surgido el padre de la legendaria Florinda la Cava, miramos el caso de Juan Goytisolo y su novela Reivindicación del conde don Julián (1970). A sus 81 años, Goytisolo todavía manifestaba su fascinación por el gobernador de Ceuta que supuestamente apoyó a los musulmanes en su invasión de España: “Instalado en Tánger, contemplando la costa española me identifiqué absolutamente con la figura de don Julián. Es decir, destruir toda la tradición nacional-católica en la que se fundaban los obispos que habían bendecido la cruzada de Franco, todo lo que yo había tenido que soportar después de la guerra, la educación nacional-católica que recibí, el haber estado en un colegio de los jesuitas cantando el Cara al Sol con el brazo en alto durante dos años, todo esto me brotó así de repente como una especie de rabia incontenible y lo escribí así. Creo que era como una especie de purificación, no sé cómo decir” (Alerta Digital, 24/04/2012). 

Muy interesante la expresión “no sé cómo decir”; pero lo cierto es que Goytisolo escribió un libro sobre el asunto. Sin embargo, sus palabras suenan bastante a trauma de la infancia, probablemente porque, en realidad, el hecho en sí consiste en un trauma infantil según los genuinos esquemas freudianos; una cuestión de carácter eminentemente personal donde la subjetividad, traspasada por una  dudosa corriente de resentimiento, desempeña una cometido de primer orden, algo que luego se transforma, con pretensiones absolutistas, en crítica histórico-política no exenta de los consabidos riesgos por exceso (de generalización)  y por defecto (de rigor analítico); si bien no hay que olvidar que estamos ante un texto literario; es decir, ficticio. El resultado final puede  arrojar un nada desdeñable índice de tendenciosidad en relación a los criterios de enjuiciamiento; aunque todo eso sea literatura. De todas formas, tan pérfida es la mitificación masturbatoria de la España cristianísima como la exaltación, en clave  Disneylandia, de la España arábigo-musulmana. Por otra parte,  Goytisolo, tan enamorado de las libertades, vive felizmente, hace ya muchos lustros, en la férrea dictadura de la monarquía marroquí, revistiéndose con la capa magna de la paradoja, como es usual en tantos ingenios celtibéricos. Bueno, ¿y qué? Todo lo anterior no impide que Juan Goytisolo, al margen de un excelente escritor, sea una de las mentes más lúcidas del no muy boyante panorama del pensamiento español. Como decía Valle-Inclán: “La imagen más  bella es absurda en un espejo cóncavo”.  
 

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