Por otra parte, el jurado decidió otorgar, el premio a la Mejor Estocada al diestro José María Manzanares, por la ejecutada al quinto toro en la tarde del pasado domingo, de la ganadería de Juan Pedro Domecq, y de nombre Harbullita.
Toro más bravo
De igual manera, tras su deliberación, los integrantes del jurado decidieron que Lanudo, el toro negro mulato de Núñez del Cuvillo, que fue indultado el pasado sábado, ha recibido el honor de ser el Toro más bravo de la Feria 2010.
Mientras, el jurado ha decidido que los premios a Mejor Peón de Briega y Mejor Picador quedaran desiertos.
Por lo que se refiere al Mejor par de Banderillas, dotado con el Trofeo Antonio Duarte El Pota, éste ha ido a parar a manos de Javier Ambel Posadas, perteneciente a la cuadrilla de Sebastián Castella, por el par de banderillas colocado al toro Agua clara el pasado sábado.
De igual manera, el Trofeo Fernando Ramos Argüelles, que es concedido al Mejor Quite ha sido para el novillero David Galván, por el realizado al tercer novillo que fue lidiado el pasado jueves, día 24 de junio, después del par de banderillas puestas por Miguel Ángel Sánchez. Hay que reseñar que David Galván también ha sido designado como Mejor Novillero 2010.
Por último, el jurado calificador de los galardones ha realizado una Mención Especial al conjunto de la novillada perteneciente a la Ganadería Miguelín, que fue lidiada el pasado jueves 24 de junio, “por su presentación y bravura”.
Como informó este diario, Miguel Ángel Perera, a su primero lidiado en tercer lugar marcado con el numero 74, de nombre Lanudo y 496 kilos, lo recibió a pies juntos con el capote, dándole media docena y siendo muy aplaudido. Lo puso al caballo y le recetaron un puyazo cambiando el tercio.
Hizo un quite citando al toro de frente, echándose el capote a la espalda, estando cumbre y poniendo a la plaza en pié. La faena de muleta se la brindó al público y citó al toro en el centro del anillo, dándole un pase cambiado por la espalda, prosiguiendo por la derecha, enjaretándole una tanda buena. Se distanció, lo fue encelando y formó un lío muy gordo de toreo bueno por ambos pitones en una faena larga, llena de maestría, profundidad, quietud y temple. Cuando fue a ejecutar la suerte suprema, el público solicitó el indulto, por lo que prosiguió toreándolo y, ante la negativa del presidente a concederlo, el público insistió hasta que por fin el de Cuvillo se ganó la gloria de volver a la ganadería.
Perera se lo llevó toreándolo hasta los chiqueros y el toro se resistió a entrar, como si quisiese seguir bajo el duende de la muleta. Perera paseó por el albero dos orejas y un rabo simbólicos.